El calvario de Zapatero
El Gobierno ha tenido que aceptar que la salida de la recesión sí afectará al gasto social
Actualizado: GuardarLa evidencia de que ni siquiera el gigantesco mecanismo construido el pasado día 7 para otorgar estabilidad al euro y poner fin a los movimientos especulativos de los mercados -750.000 millones de euros- era suficiente para disipar el escepticismo sobre la capacidad de Europa para remontar la crisis generó las presiones de la Eurozona sobre España para que realizara un ajuste dramático y creíble. Ante esta conminación, enunciada por Sarkozy y respaldada incluso por Obama, el Gobierno no ha tenido más remedio que atender la exigencia de proceder a un recorte del gasto que debería reducir el déficit al 6% en 2011. A costa, claro está, de renunciar al criterio de que la salida de la recesión no debería afectar al gasto social. Tiene que haber sido dolorosa esta renuncia para el presidente Rodríguez Zapatero, quien el pasado miércoles efectuaba el anuncio del severo recorte con toda contundencia y sin paños calientes, aunque con altas dosis de improvisación. Su opción se decantaba por reducir los salarios públicos y congelar las pensiones, salvando el desempleo y los grandes servicios (sanidad y educación). Como se explica hoy en este periódico, sus propios conmilitones le han reprochado que no conjugara esta decisión con una subida de impuestos a las rentas más altas. Pero Zapatero, que durante meses se resistió a tomar medidas necesarias pero antipopulares, quiso esta vez ser rotundo y claro para que la terapia sea eficaz y el crecimiento no quede aún más comprometido con más presión fiscal. Es evidente que el Gobierno no ha sido diligente en la lucha contra la crisis. Las grandes reformas estructurales están todavía por hacer, y el plan de convergencia presentado en Bruselas era poco creíble ya que se basaba en previsiones demasiado optimistas. Pero la incredulidad de los mercados tiene causas más hondas: Merkel ha remoloneado en exceso ante la urgente necesidad de rescatar a Grecia, y la inexistencia de políticas fiscales comunes deja al euro a merced de los especuladores en momentos de dificultad. Así las cosas, quizá el sacrificio español no sea suficiente. Preparémonos, pues, para una larga travesía de zozobra y austeridad.