Es noticia:
ABCABC de SevillaLa Voz de CádizJerez
Encarnación Jiménez de Tejada (segunda derecha) en Ronda. :: IMÁGENES CEDIDAS POR LA FAMILIA
Jerez

La matriarca de los Ruiz-Mateos

Encarnación Jiménez de Tejada y del Pozo se convirtió en esposa y madre modelo

RAFAEL LORENTE
JEREZ.Actualizado:

Como en su día le hiciéramos los honores a doña Pilar Aranda y a otras distinguidas damas de nuestra sociedad, las que bien por su profesión, trayectoria o callada labor merecieron nuestra dedicación y deferencias, al continuar con la letra jota no podemos olvidarnos del apellido Jiménez de Tejada, del que deseamos destacar en las páginas de LA VOZ a doña Encarnación Jiménez de Tejada y del Pozo: esposa, madre y luz de la familia Ruiz Mateos, adjetivos que nos permitimos porque, entre otros muchos, suman virtudes, valores y características de quien fuera entregada esposa, madre amantísima, luz y guía para toda la extensísima familia que creó y para la que vivió hasta el final de sus días.

Perteneciente a una familia de la alta sociedad de Ronda (Málaga), nació Encarnación en este bellísimo pueblo el 26 de julio de 1902. Como decimos, de hidalga familia, -su padre ostentaba el Señorío de Tejada- cuyo solar es proveniente del Medievo.

Ya desde niña estudió y tuvo una esmerada educación en la que prevalecieron y destacaron los valores humanos y religiosos, los que se ponían de manifiesto apenas se la conocía, no hallándose en su conversación hueco para la envidia, la vanidad, la codicia, la soberbia, no digamos para el odio o el rencor; que con la ignominia de la expropiación bien se les podían haber instalado en el corazón, en el que, sin embargo, no se le observó atisbo alguno, si empero para la tolerancia y el perdón los que expresó a raudales. Estas cualidades que ya tenía imbuidas desde niña y que la adornaron a lo largo de su existencia, se pusieron de manifiesto desde los primeros años de su matrimonio; el que se celebrara el 19 de marzo de 1927 en la Iglesia de la Paz de la ciudad de Ronda, convirtiéndose en esposa y madre modelo. Tras la luna de miel, establecieron su residencia en la villa de Rota, ocupándose de todo lo concerniente al hogar, cuidado y educación de los hijos que fueron seis: Zoilo, Rafael, José María, Isidoro, Alfonso y Dolores, a la vez de ejercer como consorte de su esposo, que a los seis meses fue elegido alcalde de Rota.

Quehacer del hogar

El diario quehacer del hogar, la formación de sus hijos y las atenciones a su marido, sirvieron para ejercitar y resaltar las copiosas virtudes que la adornaban y que, debidas a una esmerada educación tenía indelebles desde niña. Como esposa, madre y mujer cristiana, Encarnación se convirtió en una admirada señora, siendo reconocida tanto en Rota como en Jerez, ya que en todo momento se la veía madura, equilibrada y segura de sí misma, pero a la vez sencilla, de gran humanidad y caridad cristiana, ya que estaba siempre pendiente de los demás, sobre todo, de los más necesitados. Su matrimonio con Zoilo Ruiz-Mateos era absolutamente ejemplar, lo que los cronistas y biógrafos describen como una pareja de la que se podía llegar a sentir una envidia sana. Tal era la imagen que daban, por lo bien que se llevaban, y de la forma en que vivían, el uno para el otro. Por su forma de estar y de comportarse, los roteños que los conocieron dicen de ellos que doña Encarnación y don Zoilo representaban el ejemplo de lo que se puede llamar un matrimonio profundamente católico.

Lo mismo que fue mujer entregada a sus obligaciones como madre y esposa, tenía tiempo para, junto a su esposo, llevar a cabo el cultivo de su alma cumpliendo con sus obligaciones como devota cristiana con la asistencia a Misa en la que diariamente recibía el sacramento de la Eucaristía. Para después poner en práctica el ejercicio de la caridad, virtud que llevó a cabo a lo largo de toda su vida, deseosa de ayudar a los demás, y eso, a pesar de que no siempre nadaron en la abundancia, pues hubo épocas en que, debido a los avatares que traen consigo los negocios, también tuvieron que 'apretarse el cinturón'. No obstante, estas atenciones de ella hacia los más necesitados, como de don Zoilo, fueron practicadas durante toda sus vidas, observándose, tanto en las puertas de su casa de Rota, como en la de Jerez, un reguero de personas a los que se les ayudaba semanalmente. Incluso, tras el fallecimiento de don Zoilo y casi hasta el día de su muerte, doña Encarnación se dedicaba cada viernes a ejercer la caridad, repartiendo pequeños sobres, método utilizado por su esposo, en los que destinaba una pequeña cantidad, según las necesidades de cada uno, escribiendo en el sobre el nombre de la persona o familia a la que iba destinada. Se sabe que en ocasiones incluso disminuía las cantidades asignadas a sus hijos o las destinadas al mantenimiento del hogar, para socorrer a aquellas personas o familias de las que habían tenido noticias de que lo estaban pasando mal o la adversidad se estaba cebando con ellos.

Caridad

Tal era su concepto sobre la caridad que reducía gastos o ejercía la austeridad con los suyos o su persona, para con esos ahorros poder atender a un mayor número de necesitados; tengamos en cuenta que corrían años de postguerra y por tanto de penurias. A la par de estos casos personales, doña Encarnación también socorría con frecuencia a distintas órdenes religiosas, tales eran: las Hermanas de la Cruz, las Esclavas, las Reparadoras, las Hermanas de San Juan de Dios, las Hermanitas de los Pobres. a las que entregaba sus donaciones sin que su mano izquierda supiera lo que había dado la derecha.

Tras haber sido nombrada Hija Adoptiva de la Villa de Rota, cedió unos terrenos para la edificación del colegio Nuestra Señora del Perpetuo Socorro de las Hijas de María Auxiliadora.

Su gran Fe cristiana la había hecho consciente del poder de la oración, por lo que fue una mujer sumamente rezadora, sobre todo del santo rosario, poseyendo una gran vocación a la Virgen del Perpetuo Socorro, fervor cultivado desde niña. En el transcurso de su larga enfermedad postrada en una silla de ruedas, los que convivieron con ella aseguran que su existencia iba encaminada hacia la santidad, por lo que dedicaba unas horas del día a la contemplación espiritual, sobre todo al afecto que sentía hacia el Espíritu Santo. La observancia de los ayunos en Cuaresma, de la copita de vino o de los dulces. a tan avanzada edad continuaba con sus rezos hasta altas horas de la madrugada, arrodillada en el reclinatorio de su cuarto, sorprendiendo a sus nietas que pasaban temporadas con ella, las que al contemplarla comprendían que su abuela estaba ungida por la mano de Dios.

Debido a ese fervor y reconocimiento espiritual, era una persona que invitaba a la oración, haciendo que todo el que viniera a visitarla: nietos, amigos sacerdotes, etc. rezaran el rosario con ella.

Alegre

Doña Encarnación era también una persona alegre cuyas experiencias de vida en compañía de hombres sumamente listos la habían hecho albergar un bagaje de conocimientos que le confirieron gran personalidad y seguridad en sí misma, téngase en cuenta que al enviudar tan joven, desarrolló firmeza de carácter para poder educar a sus hijos, la mayoría varones, los que al pulsar su opinión, respetaban siempre sus puntos de vista, por los vastos conceptos que tenía de la vida. Debido a ello, doña Encarnación no fue nunca una señora pacata, sino todo lo contrario, por lo que supo hablarles y darles consejos, especialmente a sus nietas, sobre la vida matrimonial, el comportamiento que debían de llevar para solventar los problemas que surgen en la pareja, la crianza de los hijos.

Puede sorprender que doña Encarnación, amén de la información que obtenía a través de la prensa y de las conversaciones mantenidas con sus hijos, tenía una frecuente relación epistolar con el afamado abogado catalán Pedrol Rius, el que amén de informarla de aspectos legales relacionados con los negocios, transacciones comerciales llevadas a cabo por sus hijos, herencias y testamentarías, la mantuvo al día desde la imparcialidad y el desinterés que tiene consigo la verdadera amistad, sobre todo en el caso de la expropiación de Rumasa, con largas conversaciones telefónicas que le sirvieron como lenitivo al mucho sufrimiento que para ella supuso la intervención.

Con otros señores con los que también mantuvo conversaciones, obteniendo de ellos información privilegiada en torno al comercio del vino de Jerez en Inglaterra fueron con Mister Cocks y Mc Cuarter, director y propietario de la firma Harvey, los que cada vez que venían a Jerez se hospedaban en su casa de la calle Porvera. Durante las décadas de desarrollo y expansión de Rumasa, todos los años, el día de la Virgen del Perpetuo Socorro se celebraba una gran fiesta para todos los trabajadores de las diferentes bodegas del grupo; consistente en una comida y la actuación de un cuadro flamenco, tras el cual, solía venir un artista invitado, fecha y fiesta que al convertirse en tradición era motivo de gran satisfacción y felicidad para la familia Ruiz-Mateos, especialmente para doña Encarnación que disfrutaba mucho con la efemérides y las diferentes actuaciones artísticas que se llevaban a cabo.

Otros aspectos a destacar de esta gran señora fue su afición a las actividades al aire libre y los deportes, los que practicó desde niña en su Ronda natal. Tal fue la equitación, que practicara en compañía de su padre por las inmediaciones del Tajo cuyos caminos y vericuetos conocía a la perfección, así como otros parajes de inusual belleza de la serranía de Ronda por los que cabalgó con frecuencia.

Trineo

Para los crudos días del invierno rondeño, su padre mandó fabricarle un trineo, por lo que Encarnación estaba deseando de que nevara para poder deslizarse por las suaves laderas nevadas de Ronda, actividad con la que ya de jovencita mostraba su gran fortaleza física y capacidad de sacrificio, puesto que una vez abajo, tenía que ascender con el pesado trineo y subir las empinadas veredas para poder deslizarse de nuevo.

Aunque debido a su amor a los animales nunca fue cazadora, otra de sus actividades fue el tiro al blanco, el que debido a su firme pulso, le hacía una tiradora poco corriente. En cierta ocasión y con motivo de la visita de unos señores a la finca que tenían en Rota llamada El Naranjal, se organizó una partida de tiro al blanco con pistola, ni que decir tiene que para el asombro de los señores participantes, la que más dianas hizo fue Encarnación Jiménez de Tejada; la que en otras ocasiones también demostrara su puntería con el fusil y hasta con el tiro con arco.

Como mujer sensible a las artes, también mostró su gusto por la música, sobre todo por la popular andaluza con la que, en ocasiones se entonaba expresado su delicadeza y buen oído.

Debido a su entereza de carácter pidió estar informada de todo el proceso de la expropiación de Rumasa y, aunque sufrió lo indecible, supo soportarlo con auténtica resignación cristiana, a la vez que rogó a Dios benevolencia para los que llevaron a cabo tamaña debacle.