AJUSTE CON LIMITACIONES
Actualizado:Las medidas anunciadas ayer por el presidente Zapatero son necesarias, por muy duras que resulten, por más que lleguen con demora y aunque sean desequilibradas. La situación de deterioro que habíamos alcanzado exigía un ajuste profundo, de la entidad suficiente para enderezar nuestro crédito exterior y despejar todas las dudas que planean «urbi et orbe» sobre sobre nuestra capacidad de devolver las deudas contraídas. Hecho. Que llegan con demora es evidente. Ni la contundencia de las estadísticas, ni el deterioro del empleo, ni las admoniciones de todas las instituciones públicas y privadas habían logrado hacer mella en su roqueña entereza. Han tenido que 'tirarnos de las orejas' una y otra vez desde el exterior para que Zapatero doblase la cerviz y se decidiese a hacer lo que nunca ha deseado hacer. A la fuerza ahorcan.
Antes de subir al cadalso, y ya puestos a la tarea, podría haber efectuado una reformulación más profunda y extensa del sector público, para evitar las duplicidades estériles y los dispendios ineficaces. Pero me imagino que carece del impulso político y del sosiego parlamentario necesario para hacerlo. Ocasión perdida. Y es una ocasión de oro puro.
Las medidas eran necesarias pero están desequilibradas. Todo lo que es necesario hacer para enderezar la situación es desagradable, impone sacrificios y son tremendamente impopulares. Por eso es imprescindible que los sacrificos estén bien repartidos. Y, por ahora, no lo están. Los funcionarios públicos disponen de la ventaja de tener su puesto de trabajo, y su salario, garantizado. Por su parte, los pensionistas cobran también del Estado, poco pero con constancia. Situaciones de ventaja objetiva frente al resto de los mortales que deambulan por el crudo invierno de la competencia y eso puede justificar que su esfuerzo salarial tenga que ser mayor.
Puede ser mayor, pero no tiene por qué ser único. El sector privado también necesita un ajuste importante para garantizar su competividad, que es la clave de la recuperación de la actividad y que, ella y nadie más que ella, nos puede traer la recomposición de las cuentas públicas. Aquí se ha perdido la oportunidad de conseguir un pacto de hierro que ligase la evolución de los salarios con el tratamiento fiscal de los beneficios repartidos. Por ejemplo, una congelación salarial total, acompañada de un castigo fiscal para los dividendos repartidos y de ventajas para los beneficios retenidos y destinados a inversiones productivas que mejoren la situación competitiva de las empresas.
También debería haber prestado algo de atención y exigido su cuota parte al capítulo de los ingresos. Por supuesto que hay que ser cuidadosos y no subir ningún impuesto que lesione la actividad y dañe al consumo. Pero quizás, un retoque al alza de los marginales del IRPF no hubiese causado daños graves y hubiese sido un buen excipiente para 'tragar' con mayor facilidad la amarga medicina que propone a los colectivos afectados. Nos esperan semanas convulsas, en las que la ira ocupará las calles. Zapatero ha aceptado perder el crédito de los mercados, con tal de no irritar a sus clientes. Ahora lo ha hecho y tendrá que apaciguarlos con algo más que sonrisas. Al menos, si pretende durar hasta las próximas elecciones.