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RECUENTO DE PIEZAS

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FINITO HONTORIAActualizado:

L unes de resaca. Después de las monterías, en la Hacienda de Majarromaque, al abuelo Tono le gustaba descalzarse y mirar un rato sus botas de cuero, comidas por el barro. Decía que si un hombre volvía de la caza con el calzado limpio es que no se había movido de la posta, y no merecía por tanto ni su respeto ni su aprobación. Me acuerdo de él, de su gesto grave y su barba de chivo, mientras saco ahora lustre a mis botines, amarillos de albero, con un goterón certero de rebujito justo en la puntera. Ha sido ésta una buena feria, cálida y limpia de bronca, con un ambiente un tanto contenido, para lo que he visto en el Real otros años. Yo, que tengo un pisito por la plaza del Caballo, reviso las piezas y apunto en la moleskine las cabezas que debería depurar de nervios y sesera, para colgarlas después en el salón recibidor. Me quedo con María José Campanario y su discreto paseo del viernes pasado, con la maña de Jesulín empujando el carrito, con el foulard del loco de la colina, con las neumáticas pechugas de Yola y con la aristócrata pareja de los toros: Cayetana y su chico. En la última línea, echando en falta la presencia de algunos clásicos de la alineación titular, como Jaime Cantizano o David de María, escribo el nombre de Norma Duval, que a pesar de sus años hizo girarse a más de uno el sábado por la noche, durante el ratito medido que pasó por el Hontoria.

Este verano que ya ronda el calendario lo pasaré en Zahara, y lo mismo hasta me atrevo a traerles desde allí la crónica de mis desvaríos. Hasta entonces, buen viaje...