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Un dulce para el fin de fiesta
Tomar unos churros al salir de la Feria se ha convertido para muchos en toda una tradición
Actualizado: GuardarDespués de unos rebujitos, un plato de pimientos fritos y un guiso de papas con chocos, el cuerpo pide algo dulce. Alrededor del Real de la Feria, aguardando a los más golosos, se instalan cada año las clásicas churrerías para calmar el ansia antes de volver a casa.
Como en otros muchos negocios, los churreros han notado la crisis porque no todo el mundo puede sucumbir a los caprichos. «Este año ha estado muy flojo», dijo Isabel Piñero, dueña de la Churrería La Perla, que cada año se aposta junto a la entrada del recinto ferial por el Paseo de la Rosaleda. Once trabajadores forman parte de la plantilla de esta empresa de origen algecireño que se recorre Andalucía de punta a punta desde la primavera y hasta el mes de octubre.
«Tomar churros en la Feria es tradicional. En Jerez los clientes son muy dados al cafelito por la tarde, para después de comer o merendar, más que por las noches», explicó Isabel mientras se preparaba para abrir un día más al público. El hecho de que apenas haya casetas en el Real que sirvan esta bebida intensifica las visitas a estos establecimientos itinerantes.
Este negocio no tiene horarios y prácticamente está operativo las 24 horas del día porque hay que atender a los clientes de sobremesa, a los de merienda y a los noctámbulos que no salen del González Hontoria hasta que ha llegado un nuevo día. «Cuando acabamos en Jerez, toca la Feria de El Puerto», confirmó la dueña.
También venden calentitos con chocolate en la Churrería Moreno, regentada por Vladimir Ivanov, que lleva unos ocho años gestionando el negocio de las enormes freidoras. «Comparado con otras temporadas, se está notando la crisis. Sobre todo, vienen clientes por la tarde y un rato por las mañanas. Otros años hemos tenido público durante toda la noche», dijo. Como en el caso de La Perla, este establecimiento ambulante no ha cerrado desde que se encendió el alumbrado el pasado domingo hasta el día de ayer gracias a los 18 empleados que trabajan a tres turnos. «Aquí servimos lo más clásico: churros (finos y gruesos), café y chocolate», explicó el propietario.