Es noticia:
ABCABC de SevillaLa Voz de CádizCádiz
Fue un modisto integral y riguroso en todos los ámbitos. :: E. C.
Sociedad

Balenciaga, entre los más grandes

El modisto español demostró su clase en sus relaciones con Christian Dior y Cocó Chanel

ENRIQUE PORTOCARRERO
Actualizado:

Dior, Chanel y Balenciaga. Tres nombres decisivos en lo que se ha llamado la Edad de Oro de la alta costura. Un trío genial, además, en el que destacó el modisto vasco, al que a partir de mañana dedica una reducida exposición el Museo de Bellas Artes de Bilbao -'Balenciaga. El diseño del límite'- compuesta por casi cuarenta piezas de costura y dos colecciones particulares. ¿Fue realmente Balenciaga el mejor de los tres? ¿Hubo rivalidad entre ellos? ¿Fueron cordiales sus relaciones?

La respuesta a la primera de las preguntas no es sencilla. Cristóbal Balenciaga fue un modisto integral, riguroso en todos los ámbitos de la profesión, innovador en las formas y en el corte; y de una elegancia extraordinaria, con claras inspiraciones en el barroco español y en el paisaje y el paisanaje vasco. En todos estos sentidos, su aportación técnica al oficio fue superior a la de los otros dos. Sin embargo, la obra de Balenciaga no supuso una contribución tan decisiva a la sociología de la moda y el vestir como la de Gabrielle Chanel.

Probablemente Cocó Chanel no tuvo un dominio del oficio como el de Balenciaga, si bien su concepto de una elegancia natural, informal y cosmopolita, sus numerosas relaciones con las vanguardias artísticas -Diaghilev, Bakst, Cocteau, Picasso- y, sobre todo, su contribución a la liberación de la mujer le otorgaron una mejor posición en la historia, la sociología y la democratización de la moda. Un caso aparte es Christian Dior, cuya desaparición prematura en 1957 no impidió que su nombre haya rivalizado con el de los otros dos en esos capítulos de oro del mundo de la alta costura que va desde mediados de los años 40 hasta el advenimiento del prêt-à-porter, bien entrados los 60. Suya es la revolución del llamado 'New Look'; es decir, la vuelta a una imagen femenina y a la alegría de vivir, tras las privaciones de la II Guerra Mundial. Y suya es, igualmente, no sólo una elegancia suntuosa que vistió el llamado 'art de vivre' parisino durante aquellos años, sino también un concepto de la industria del lujo que se ha extendido con su marca y tras su desaparición con Yves Saint Laurent, Marc Bohan, Gianfranco Ferré y John Galliano.

Naturalmente, las relaciones entre Chanel, Dior y Balenciaga discurrieron entre sentimientos contrapuestos de amistad, de rivalidad, de admiración y de envidia. Algo que derivaba por igual tanto de las diferentes personalidades de cada uno, como de los encuentros y desencuentros entre los protagonistas o del auge y el prestigio de cada una de las casas de moda entre los clientes y la prensa.

Los tres se conocían perfectamente. Cocó Chanel era doce años mayor que Balenciaga, aunque murió sólo un año antes que el vasco. Ambos sacaban a Christian Dior una sustancial diferencia de edad, lo cual generaba con respecto a este último una relación similar a la de los viejos maestros con los alumnos. Más difícil fue la relación de Chanel con Balenciaga, ya que la amistad y el respeto mutuo no impidieron ni ciertos celos profesionales por parte de la modista francesa, ni una sonada ruptura que fue definitiva.

Arrebato de afecto

Cocó Chanel no era una persona fácil. De una inteligencia natural y con un atractivo físico que le granjeó numerosos admiradores, su carácter se fue endureciendo con la edad. Sobre todo tras el final de la II Guerra Mundial, debido a que su relación con un militar nazi durante la ocupación de París acabó pasando factura a su prestigio. Cuando Christian Dior lanza su 'New Look', en febrero del año 47, Cocó Chanel ya estaba en la sesentena. De pocos años después es la única fotografía que se conserva en la que Balenciaga y Chanel aparecen juntos. Los dos se sientan en una 'brasserie' de Zurich, cenando con Gustave Zumsteg, el conocido fabricante de telas. Fue precisamente Chanel, tal vez en un arrebato de afecto por Balenciaga, la que acuñó esa famosa definición según la cual el vasco era el único modisto capaz de cortar la tela, montarla y coserla personalmente. Seguramente, la buena sintonía entre ambos era sobre todo deudora de la personalidad tranquila y generosa de Balenciaga, un auténtico caballero, cordial y siempre muy discreto en una vida social y en unas aficiones artísticas y mundanas que no impidieron nunca ni el disfrute de la vida en cenas con sus amigos -los galeristas Maeght, algunas clientas y ciertos colaboradores-, ni el lujo y el buen gusto en sus domicilios de París, Orléans y la calle Álvarez de Baena, en Madrid, donde se hacía patente su afición por las antigüedades o por algunos artistas modernos como Luis Fernández.

Sin embargo, la relación entre Balenciaga y Chanel tuvo un final sonado y divertido, como cuenta Emmanuel Ungaro, colaborador de Balenciaga y después reputado modisto. Todo surgió cuando, después de muchos años, Chanel quiso conocer la casa parisina del vasco. Balenciaga le invitó a cenar y Chanel se quedó maravillada del gusto y la suntuosidad de la casa, lo cual le debió provocar alguna reacción de envidia. Al poco tiempo la diseñadora se encontró con Marie Louise Bousquet, entonces la gran redactora de 'Harper's Bazaar', la biblia de la moda en aquellos tiempos.

Ni corta ni perezosa, Cocó le dijo que Balenciaga debería retirarse porque estaba ya muy viejo. Una insidia que la Bousquet transmitió inmediatamente al modisto de Guetaria, cuya agraviada reacción fue la de devolver a Chanel todos los regalos que había recibido y cortar con ella para siempre. Nada de eso impidió, eso sí, que la prensa fotografiara a un envejecido Balenciaga en la entrada de la iglesia de la Madeleine durante el funeral por Chanel, celebrado en el invierno de 1971.

Más estables fueron las relaciones entre Balenciaga y Christian Dior. Como cuenta Marie-France Pochna en su biografía de Dior, las grandes inspiraciones del modisto francés siempre fueron Balenciaga, Madame Grés y Madeleine Vionnet, precisamente la gran amiga y maestra del diseñador de Getaria. En público, Dior siempre manifestaba su admiración por Balenciaga, si bien en privado también daba a entender un cierto sentimiento de envidia. Cuando en 1947 Dior triunfó con su 'New Look', algunas famosas clientas abandonaron a Balenciaga temporalmente.

Ese fue el único momento de superioridad que tuvo Dior en una relación que por lo demás fue ciertamente correcta. Dos ejemplos ilustran esta tesis. Cuando en 1949 las huelgas amenazaron la presentación de las colecciones, Dior le ofreció la ayuda de su taller a Balenciaga, un gesto que el vasco apreció de corazón. Pero mucho más inolvidable fue la reacción de Dior cuando se enteró de que Balenciaga pensaba retirarse, deprimido tras la muerte de su compañero y socio Vladzio D'Attainville. Ni corto ni perezoso, Dior fue con Pierre Balmain a ver a Balenciaga a su tienda-taller en el número 10 de la Avenue Georges V. Entre los dos no sólo le convencieron cariñosamente para que cambiara de opinión, sino que además le regalaron como muestra de afecto un dibujo de Georges Braque. Casi nada.