EXCELENTE NORMALIDAD
Actualizado:Qué tiempos aquellos cuando el dúo de Emilios -Villota y Zapico- sufría lo indecible tratando de clasificarse para disputar el Gran Premio de España de Fórmula Uno. Corría la primavera de 1974. Franco seguía arruinando a España; Fernando Alonso aún no había nacido; teníamos que comprar el 'Autopista' para saber de Fittipaldi, Lauda y Scheckter; los nuestros pilotoban monoplazas alquilados de segunda mano y el Jarama era el único circuito decente al que acudía la burguesía del automovilismo. Transcurridas las décadas, Pérez Sala y Adrián Campos iban dando paso a Marc Gené y Pedro de la Rosa hasta que la irrupción del bicampeón asturiano marcó un antes y un después dentro de nuestras vidas. Hemos pasado de ser verdaderas comparsas en un mundo donde -salvo Ferrari- todo lo que no sea anglosajón se mira por encima del hombro a convertirnos en una potencia mundial con un trío formado por Alonso, De la Rosa y Alguersuari que, por distintas razones, acaparan titulares. Una situación de privilegio que, no es exagerado afirmar, puede no volver a repetirse en muchísimos años. De ahí la importancia de la gran cita de este fin de semana en Barcelona cuando Montjuich y su trágica jornada de 1975 suenan a rancio pasado.
Todos soñamos con una temporada en la que el piloto de Ferrari sume su tercera corona, en la que el extrovertido miembro de Sauber gane algún que otro punto y en la que el hijo del ex piloto de Derbi nos garantice un futuro de lo más prometedor. Esto es una fiesta a la que hemos sido invitados para disfrutar como enanos y de la que va a ser muy difícil no acordarse cuando en plena resaca llegue el momento de mirar hacia atrás sin ira porque aquí, en un país que cada vez tiene más pinta de griego (y no lo digo por el consumo de yogur), por una vez y sin que sirva de precedente, hemos convertido lo extraordinario en habitual.