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Editorial

Reunión insuficiente

El positivo acuerdo de Zapatero y Rajoy se queda corto y no calma a los mercados

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El presidente del Gobierno y el líder de la oposición escenificaron ayer un acuerdo cordial, reclamado por la opinión pública, que fructificó en unos acuerdos de indudable valor pero que probablemente no haya satisfecho del todo a una ciudadanía exasperada por el rigor de la crisis ni inspirado plena confianza a los mercados internacionales, que amenazan con sus marrullerías la precaria estabilidad de nuestra economía. Rodríguez Zapatero y Rajoy han unido su apoyo al salvamento de Grecia, muy oneroso para nosotros pero inevitable para salvar el euro, base física de la integración europea. Y han conseguido impulsar con eficacia la inaplazable reforma del sistema financiero, urgiendo el saneamiento de las cajas de ahorros antes del 30 de junio e impulsando una necesaria reforma de la normativa que las regula para incrementar la transparencia, mitigar su politización y facilitarles el acceso a los mercados de capitales. Sin duda, han edificado así uno de los pilares esenciales de la recuperación económica, que requiere un sistema financiero saneado y un crédito más accesible y fácil. Sin embargo, ambos líderes han mantenido invariables sus posiciones ideológicas sobre el proceso de ajuste, que para Zapatero ha de hacerse con parsimonia para no frustrar el incipiente crecimiento ni sacrificar el gasto social, y para Rajoy debería llevarse a cabo más impetuosamente desde ahora mismo. Chocan, en fin, dos opciones políticas diferenciadas en teoría aunque, muy probablemente, cercanas en la práctica porque, a la hora de gobernar, la realidad y las exigencias imponen pragmatismo. La reunión de ambos políticos ha lubricado en fin el áspero clima político de estos meses pasados y ha rendido frutos evidentes. Y este cambio de tono permite pensar que, si las dificultades arrecian, podrían llegar una convergencia a la portuguesa que sería un escudo defensivo contra los especuladores. De cualquier modo, el encuentro habrá atemperado en parte la inquietud ciudadana ante la pésima coyuntura al mostrar que nuestros responsables políticos son capaces, cuando la necesidad aprieta, de anteponer el interés general a sus cálculos electoralistas.