CÁDIZ, CIUDAD CÍNICA
Actualizado:A Diógenes, el de las lentejas, le pasa lo que a muchos políticos contemporáneos, que al final quedan para los chistes y para los síndromes. Que si iba medio desnudo, que si vivía como un perro, que si dormía en un barril, que si llevaba siempre un farol. Diógenes el cínico ha quedado para dar nombre a una conducta que, cada vez, es más usual en la sociedad en la que vivimos. En lo que va de año los Servicios Sociales han detectado en Cádiz al menos ocho casos de este comportamiento que se caracteriza por un aislamiento voluntario, abandono de la higiene, acumulación de objetos innecesarios y basura, edad avanzada, resistencia a la ayuda externa, rechazo a los cambios y un total inmovilismo en sus costumbres. Total, que lo que a usted y a mí nos parece casi normal si miramos a nuestro alrededor, resulta que es un síndrome en toda regla sobre el que hay que aplicar todo un protocolo de actuación acompañado de escándalo 'farisaico' y golpes de pecho.
Dicen que a las ciudades las hacen sus habitantes y no al contrario. Que el carácter de los ciudadanos marca, en definitiva, el paisaje y la configuración de un territorio. No está mal la teoría. Revisemos: edad avanzada, falta de limpieza, acumulación de trastos, resistencia a los cambios, recaídas, parálisis. Sí, la teoría funciona. No son los gaditanos los que sufren del síndrome, sino la ciudad.
Del sabio de Grecia se cuentan casos tan verídicos como los de Paco Gandía. De todos ellos, me quedo con aquél que cuenta cómo el cínico sobrevivía porque descubrió el modo de adaptarse a las circunstancias. Así llevamos aquí tres siglos. Cádiz, ciudad cínica. Todos somos Diógenes.