Jerez

Del desierto al albero

FINITO HONTORIA Actualizado: Guardar
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La tata Isabel decía que no todos los moros son malos, como si esa concesión innecesaria no encerrara, de por sí, un ramalazo racista. Claro que la tata era muy progre y viajada, y por eso se la miraba de reojo, con cierta desconfianza, en las reuniones familiares. Una vez, de jovencita, estuvo en Tetuán, y volvió a Jerez oliendo a piel curtida y a especias, con un chador bordado de motivos persas que todavía guarda en la cómoda. «¿Qué tal están por África?», le preguntaba la prima Mati, como si la tata viniera del Congo Belga. Y ella contestaba, muy digna: «Morenitos».

Lo que le hubiera gustado a la tata la cena que el sábado le dieron en La Garrocha a medio centenar de jeques árabes. Habían cambiado el desierto qatarí por la arena del albero, y cuando se apagó el rugido de las motos, que era el motivo principal de su visita, le metieron mano a un menú de lo más suculento, sin jamón, ni berza, ni menudo, ni montaditos de lomo, ni manzanilla, ni fino. Eso sí, no quedó un pimiento frito en el Real y se agotaron las existencias de zumo de naranja en Jerez y alrededores.

Una feria multicultural. Qué bonito. Con su cuscús y su cordero, su té verde y sus pantunflas por tacones. Al loco de la colina, vestido a juego con su pareja (¿novia? ¿esposa?), le encantaría la idea. Ayer se le vio por el Hontoria, atendiendo, muy amable a la concurrencia.

Quién sabe. Con la de personajes entrañables y extrafalarios que habitan en el Real, lo mismo hasta hay monográfico en la tele.