La encrucijada de los sindicatos
Méndez reprocha al Gobierno falta «de claridad, información y determinación» para defender la realidad de la economía española
MADRID.Actualizado:CC OO y UGT afrontan su Primero de Mayo más crítico. Pese a que en tiempos difíciles aumenta la afiliación, el hecho de que uno de cada cinco trabajadores con edad y ganas de obtener un empleo no lo consiga, la falta de protestas contundentes (huelga general) y el deterioro económico los ha colocado en el punto de mira de sectores sociales y políticos. «Existe un juicio despiadado e interesado contra los sindicatos, en el que los quieren sacar como rendidos al Gobierno», denuncia el ex secretario general de UGT, Nicolás Redondo (Barakaldo, 1927). «No queremos ser arietes de aquellos que quieren variar el escenario político a cualquier precio», añade el actual líder de la central socialista, Cándido Méndez (Badajoz, 1952), quien reconoce que al Gabinete de Rodríguez Zapatero le falta «claridad, información y determinación» para defender la realidad de la economía española.
Las declaraciones de ambos tuvieron lugar en varias conversaciones con casi todos los protagonistas de las grandes manifestaciones de la Fiesta del Trabajo. Hubo dos ausencias; la del veterano sindicalista y primer secretario general de CC OO, Marcelino Camacho (Osma la Rasa, 1918) y la de José María Fidalgo (León, 1948) que estuvo al frente de este sindicato de 2000 a 2008. Al primero la edad le ha pasado factura y el segundo rehusó hablar en este contexto.
Ignacio Fernández Toxo (Ferrol, 1952), es el único de los líderes sindicales que todavía no ha convocado una huelga general, pero advierte de que no dudará en organizarla cuando existan motivos. Lamenta la imagen «interesada» y «distorsionada» que se da sobre los sindicatos. Aclara que la financiación de las centrales se basa fundamentalmente en las cotizaciones de los afiliados, si bien existe una cantidad anual, procedente de los Presupuestos Generales, en proporción al número de asociados, regulada por ley. También están los fondos de formación, originados con cuotas de empresarios y trabajadores, que cuentan con una cantidad mínima para los sindicatos por la gestión que realizan al impartir las clases y los cursos, «dinero que está sujeto a todo tipo de control».
Para Antonio Gutiérrez (Orihuela, 1950), sucesor de Camacho, el Primero de Mayo tiene en 2010 mucha actualidad. El ahora diputado del PSOE y presidente de la comisión de Economía del Congreso anima a CC OO y a UGT a desarrollar «una jornada reivindicativa» y «de renovación de las compromisos sindicales». «Afortunadamente en esta ocasión contamos con un Gobierno que, ante la crisis, no ha recortado el gasto público-social sino que lo ha aumentado. Ha comprendido, a diferencia de otros, que ese gasto social no es un obstáculo para la eficiencia económica», explica.
Toxo y Méndez niegan cerrar los ojos ante los 4,6 millones de parados. Matizan que los sindicatos no son los que impulsan el desempleo. Reiteran la necesidad de una reestructuración fiscal, cuyo objetivo final sea que «pague más el que más tenga», y de luchar contra el fraude y la economía sumergida. Ambos explican que la reforma laboral no es la panacea de todos los males, opinión a la que se une el resto de los sindicalistas.
Gutiérrez rechaza ejercer de ex secretario general pero no puede evitar protestar contra medidas planteadas por el Gobierno que considera regresivas. Así pasó cuando se enteró de que Zapatero quería retrasar la edad de jubilación a los 67 años. «Ahora observo», dice, «voluntad de diálogo» para buscar mejoras en línea con las alcanzadas en 1997, cuando bajo el Gobierno de José María Aznar, empresarios y sindicatos firmaron una reforma laboral que después recibió el visto bueno del Ejecutivo. Entre las medidas acordadas figuraba el contrato de fomento del empleo, de carácter indefinido, con un despido inferior al ordinario. Precisamente esta modalidad centra la última propuesta del Gobierno, en la que se aboga abiertamente por el abaratamiento del despido.
Pero su preocupación radica en que «los empresarios y sectores conservadores» apuestan no sólo por abaratar las indemnizaciones, sino también por «descausalizar el despido», es decir, porque todo esté permitido. «Los sindicatos tienen que aprovechar el Primero de Mayo para, con su posición crítica, acallar las voces que apuestan por seguir ahondando en el debilitamiento de los derechos de los trabajadores», recomienda.
Para Redondo es un alivio que Zapatero no haya imitado a Felipe González, quien cuando fue presidente del Ejecutivo padeció cuatro huelgas generales (1985, 1988, 1992 y 1994) por adoptar medidas que supusieron «regresión social». Ahora, el Gobierno entiende que «la creación de empleo no está sujeta a facilitar el despido». «Lo único que pido -dice- es coherencia y que la izquierda socialista cuando haga un pronunciamiento lo siga defendiendo».
Redondo, Gutiérrez, Méndez y Toxo son conscientes de que un acuerdo de reforma laboral conlleva «un mensaje de confianza».