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Mourinho, desafiante; Guardiola, imperturbable

El entrenador portugués se pasó casi todo el partido fuera del área técnica y no dejó de gesticular

I. TYLKO
BARCELONA.Actualizado:

Jose Mourinho se mostró protestón y desafiante; Pep Guardiola, imperturbable. El entrenador del Inter, casi todo el partido fuera del área técnica, no dejó de gesticular y sonreír con ironía. Incluso aplaudió a la grada cuando Thiago Motta vio la roja. Fue algo así como decirle a la afición del Camp Nou: «Ya lo habéis conseguido». Le llegó a pasar la mano por la espalda a Pep Guardiola cuando se produjo la expulsión, pero el técnico azulgrana le ignoró. Tuvo que ser el portero suplente José Manuel Pinto quien recriminase la actitud del odiado entrenador visitante, que con el pitido final saltó al terreno de juego como un poseso para provocar al Camp Nou con los brazos en alto. Víctor Valdés, indignado por su actitud, se encaró con él, pero el portugués continúo con sus gestos retadores.

Cuando Mourinho dedicó sus aplausos al público antes del comienzo, ya encontró muchos insultos como respuesta. «¡Ese portugués, qué hijoputa es!», le gritó el Camp Nou. Ya a falta de media hora para el inicio del partido, y en una imagen poco habitual, cuando el Inter salió a calentar y en el estadio no había todavía tres cuartos de entrada, 'Mou' también salió al campo y se paseó por el césped con la mirada fija en la grada. Fue su manera de quitar presión y protagonismo a sus jugadores y retar a los aficionados, que reaccionaron con abucheos y algunos lanzamientos de objetos al hombre al que horas antes Joan Laporta había calificado como «psicólogo de pacotilla».

Mientras Guardiola se paseaba relativamente tranquilo, con las manos en los bolsillos, por la zona técnica, y observaba las evoluciones de sus jugadores sin dar demasiadas instrucciones, Mourinho, también con sus manos escondidas, se retorcía de derecha a izquierda, se daba la vuelta inquieto y se quejaba al árbitro cada vez que había una acción polémica. El 'show Mourinho' volvió al Camp Nou. Reclamó una amonestación a Piqué, otra a Messi, y una mano de Dani Alves en el área del equipo italiano. El árbitro debió reprenderle por primera vez, aunque no fue la única, por insistirle en que Messi se había tirado.

Sólo cambió su gesto serio el portugués con sus sonrisas de burla y sus gesticulaciones. Al igual que su equipo, se encontraba muy cómodo. Guardiola, sin embargo, a pesar de inmutarse muy poco y no entrar nunca en las provocaciones, estuvo cada vez más tenso. Si gran parte del primer tiempo lo pasó el técnico catalán sentado en el banquillo, tras el descanso dedicó aplausos a sus futbolistas para intentar darles ánimos, aunque sin suficiente fe ni contundencia. Aunque el belga De Bleeckere tuvo que pararle los pies, 'Mou' sí que estaba en su salsa. Después le entró el canguelo con el gol de Piqué, hasta la explosión final.