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Cartas

Psicopatología del olvido

JAIME PASTOR
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Sinceramente, dudo de la madurez intelectual, e incluso humana, de quienes necesitan que determinado periodo histórico, concretamente el de la guerra civil española y la subsecuente dictadura franquista, sea literalmente borrado de la memoria, olvidado, para poder seguir viviendo con normalidad en un contexto democrático, sin odios ni miedos patológicos. No acabo de entender a quienes mantienen ese extraño interés por fomentar la amnesia general, término que, como todo el mundo sabe, hace referencia a un tipo de patología mental.

Y precisamente de patológico tildan los dirigentes políticos de la derecha de este país el deseo de recuperar lo que nunca debe perderse, la memoria, el conocimiento de un determinado y muy significativo periodo de la historia de nuestro país. Porque olvidar es, en sentido estricto, ignorar. Recordar nunca puede ser un acto negativo e indeseable, a menos que maliciosamente se asocie recuerdo con obsesión, rememoración con odio, y deseos de conocer con revanchismo. Ignorar sí es una carencia, e incluso una irresponsabilidad. Y la sociedad española no puede permitirse por más tiempo vivir en esa especie de limbo que sólo genera oscurantismo y desconocimiento.

Alguna vez he hablado en estas páginas de la absoluta ignorancia que sobre la guerra civil y el franquismo manifiestan los jóvenes que realizan las pruebas de Selectividad, que sistemáticamente suelen eludir las preguntas referidas a esos periodos, optando por abordar respuestas a cuestiones más alejadas en el tiempo. ¿Puede alguien creer de buena fe que tal ignorancia constituye un punto de partida apropiado para que la juventud llegue a interiorizar un compromiso racional y consciente contra las condiciones históricas que hicieron posible aquellos sucesos?

Se dice también que gracias al olvido ha sido posible la reconciliación de los españoles tras la muerte del dictador. Pero, evidentemente, ni se ha producido el olvido, como demuestra el interés de tantas y tantas personas que legítimamente han querido recuperar la memoria y los restos de sus familiares, ni ha habido total reconciliación, a la vista del desprecio e incomprensión que muestran determinados sectores de la sociedad hacia quienes pretenden, simplemente, una acción tan humanitaria como dar sepultura digna a sus muertos, o, simplemente, honrar su memoria. La sociedad española debe saldar esa deuda pendiente.