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Zhang Qi lee en su cubículo, donde apenas cabe una cama. Una solución para miles de personas sin recursos para adquirir un piso. :: Z. A.
Sociedad

Pasando estrecheces

Un empresario abre un hotel en Pekín con celdas ínfimas para las víctimas del 'boom' inmobiliario

ZIGOR ALDAMA
PEKÍN.Actualizado:

Sólo entra una cama, y llamarla así ya es una exageración. Zhang Qi, de 25 años, duerme sobre un fino colchón tendido encima de una tabla colocada a unos 30 centímetros del suelo. Pero ni siquiera puede caerse, porque no hay espacio alguno a los lados. Está encajonada, y para salir de la cama tiene que abrir la puerta metálica de la habitación que ocupa, por la que paga 250 yuanes (28 euros) al mes. Es una de las primeras inquilinas del hotel-jaula que Huang Rixin, un ingeniero retirado de 78 años, ha abierto en Pekín. «No es muy cómodo y hace frío, pero una termina acostumbrándose», comenta Zhang. Claro que tampoco le resulta muy agradable tener que bajar tres pisos y salir a la calle en busca de un baño público para hacer sus necesidades.

No obstante, con esta iniciativa pionera en China, que sigue la estela de los hoteles-cápsula de la vecina Japón y ha levantado gran revuelo en el país de Mao, Huang quiere ayudar a los recién licenciados, a los que se apoda 'hormigas'. Generalmente, estos jóvenes viven hacinados en los sótanos de edificios residenciales; muchos son emigrantes rurales que ganan menos de 200 euros y no tienen capacidad adquisitiva para alquilar una habitación en un apartamento común, más ahora que se han disparado los precios en las ciudades chinas.

«Siento mucha tristeza cuando los veo en esta situación, y pensé que podía copiar el estilo de vida nipón», cuenta Huang al diario oficial 'China Daily'. Antes diseñaba estaciones hidroeléctricas, y ahora ha utilizado esos conocimientos, y 40.000 yuanes (4.200 euros), para convertir un piso de tres habitaciones del centro de la ciudad en ocho cubículos. Cada uno tiene 2,4 metros de largo, dos de alto y 72 centímetros de ancho, y, aunque resultan más amplios que sus homólogos japoneses, carecen de su asepsia.

Ni siquiera los emigrantes rurales que trabajan en la construcción quieren vivir ahí, pero están todos ocupados y la lista de espera de Huang es larga. El precio de la vivienda se dispara en torno al 10% mensual, y ya puede competir con el de España. Sin embargo, el sueldo medio en la ciudad no alcanza los 350 euros.

Este hecho preocupa, y mucho, en el seno del Partido Comunista. Una revuelta social es la peor pesadilla de los dirigentes chinos, y las inofensivas 'hormigas' de hoy -en Pekína viven entre 50.000 y 65.000- podrían convertirse en termitas políticas mañana. «Los viejos como yo hemos vivido en un Estado que se hacía cargo de todas nuestras necesidades, pero la juventud de ahora tiene que bregar con la dura economía de mercado», dice Huang.