El suicidio del último asesino cierra la historia negra de Puerto Hurraco
MADRID.Actualizado:Los Cabanillas y los Izquierdo. Familias, vecinos. enemigos, y una historia común: treinta años de odios y venganzas que se sucedían en Puerto Hurraco, hasta entonces una tranquila pedanía pacense, hoy, seña de identidad de la España profunda. El sábado, Antonio Izquierdo, el último ejecutor de la matanza que sacudió el 26 de agosto de 1990 a los ciudadanos de esta aldea, se ahorcó en el módulo de enfermería de la prisión de Córdoba y cerró uno de los capítulos más sangrientos de la historia negra de España.
Antonio, enfermo y con 25 años de condena a sus espaldas, no soportaba la idea de continuar recluido en el penal de Córdoba tras haberle sido aplicada la 'doctrina Parot'. Unas sabanas anudadas y su baja estatura (1'65) le permitieron colgarse de la reja de la ventana del módulo de enfermería donde estaba ingresado.
Antonio y Emilio Izquierdo tenían claro que la tarde del 26 de agosto pondrían fin a toda una historia de enfrentamientos con los Cabanillas, a quienes responsabilizaban de la muerte de su madre, fallecida en un incendio, cuyas causas nunca se esclarecieron. Los hermanos, armados con dos escopetas repetidoras y preparados para ejecutar su venganza, irrumpieron en la calle Carrera para iniciar un baño de sangre que acabaría con el resultado de nueve fallecidos y diez heridos.
Entre las víctimas, las niñas Encarna y Antonia, hijas de Antonio Cabanillas. La mayor, María del Carmen, pudo escapar a la indiscriminada escopeta de los hermanos Izquierdo. El resto de los fallecidos por la masacre fueron vecinos de la aldea que aquella tarde bochornosa de agosto buscaban el frescor del anochecer extremeño.