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LA ESPERANZA COLECTIVA 20 2

El nuevo espíritu del Puerto de Cádiz

RAFAEL BARRA SANZ
PRESIDENTE DE LA AUTORIDAD PORTUARIA DE LA BAHÍA DE CÁDIZActualizado:

El idilio de Cádiz con el mar es tan antiguo como su propia historia, que presume de ser la ciudad decana de Occidente. Por mar arribó y partió el esplendor de una urbe marinera y mercantil, que tres mil años después, no pierde de vista sus orígenes comerciales vinculados al tráfico marítimo.

El mar sirvió de arma a la resistencia allá por 1812 cuando las Cortes Generales promulgaron en Cádiz la primera Constitución del país, con la que se conquistaron derechos tan elementales como el sufragio universal, la soberanía nacional, la separación de poderes y la libertad de imprenta y de industria, entre otros.

Antes de aquel momento, entonces y ahora, la ciudad de Cádiz se sirvió de la situación estratégica de su puerto y del evidente servicio logístico del mismo para además de sobrevivir, renacer.

Estudiosos de la historia y conocedores de Cádiz y el mar como Francisco Ponce Cordones y su hijo Rafael Ponce Calvo, práctico de este puerto, sostienen que en 1812 entraron y salieron del muelle gaditano 1.317 buques. En 2009 se contabilizaron algo más de 1.900.

La observación puramente matemática de ambas cifras quizá no permita llamar progreso a la diferencia, aunque la evolución del Puerto de Cádiz desde entonces ha sido evidente, como también lo ha sido la de su ciudad.

Hace dos siglos y a pesar de contar con épocas esplendorosas en su haber, el Puerto de Cádiz no era ni la sombra de lo que hoy conocemos, pues sólo contaba con precarias infraestructuras. La constitución en 1902 de la Junta de Obras del Puerto fraguó las bases de la actual Autoridad Portuaria de la Bahía de Cádiz, que aglutina las dársenas de Cádiz, Zona Franca, La Cabezuela-Puerto Real y El Puerto de Santa María.

Probablemente, ni el ayer, ni el hoy, ni el mañana de Cádiz serían el mismo sin su puerto. Por eso, a quienes nos han encomendado la tarea de gestionar el dominio público portuario nos pesa la responsabilidad de dar los pasos adecuados para no embargar la potencialidad del puerto como creador de empleo y riqueza, sino embarcar en la nave correcta que nos lleve al mejor puerto posible.

Si 1812 sentó los pilares del Estado de Derecho, en 2012 estarán asentados, literalmente, los pilares del futuro portuario. No fue hasta principios del siglo XIX cuando las autoridades comenzaron a plantearse la necesidad de mejorar las infraestructuras portuarias, prácticamente inexistentes. Puede que herederos de ese espíritu, dos siglos después ese afán de superación nos haya inspirado para emprender el proyecto más ambicioso de cuantos se han acometido por el organismo portuario.

Para 2012 estará en plena ejecución la construcción de la nueva terminal de contenedores del Puerto de Cádiz, que dibujará, como la propia Constitución hace 200 años, un antes y un después en la historia de este puerto.

La nueva infraestructura será algo más que un revulsivo económico para el propio puerto y su entorno. Desde el comienzo, el proyecto se ha concebido con un nuevo espíritu de obra portuaria, donde además de la eficiencia técnica del proyecto, se han planteado objetivos ambientales, así como de desarrollo socioeconómico y tecnológicos.

Permitirá, además, separar definitivamente el tráfico de pasajeros del de mercancías, juntos ahora por problemas de espacio. Esto hará posible, también, que el pujante tráfico de cruceros cuente con muelles específicos, lo que reforzará la posición de Cádiz como puerto base de embarque y desembarque de turistas.

¿Qué será, dos siglos más tarde, construir un muelle comparado con la conquista que hicieron las Cortes Generales? Si el contexto de entonces permitió sacar adelante un texto tan trascendental como La Pepa, qué no podremos hacer ahora, que además estamos todos de acuerdo.

Porque si algo ha puesto de manifiesto esta conmemoración es que es posible que llueva a gusto de todos porque todos, tanto instituciones públicas y privadas, como la ciudadanía a nivel individual, estamos de acuerdo en que es necesario aprovechar la conmemoración de un pasado glorioso para asegurarnos un futuro aún mejor.

Tenemos que recuperar, además de la memoria, el espíritu de lucha y superación que inspiró a La Pepa hace ya casi dos siglos para que los proyectos con los que ahora soñamos se conviertan en realidades palpables dentro de dos años.