Jueves de feria venido a menos
Tres toros de buen juego y una desigual corrida de Alcurrucén, ante un publico poco numeroso
SEVILLA.Actualizado:En la corrida de Alcurrucén había y saltaron cuatro toros de reatas de músicos: un Tamborilero, un Guitarro, un Bandurrio y un Pianista. Los últimos cuatro de la corrida. Las célebres reatas de músicos que prosperaron en el encaste Núñez. En Núñez propiamente y en las proporciones debidas estuvieron sólo dos de esos cuatro, el tercero y el cuarto de corrida. Muy sacudido y distinguido el tercero, el Tamborilero. Hay toros elegantes: éste fue uno de ellos. Colorado bien rubio, calcetero, bociblanco, ojo de perdiz.
Muy fino el remate. Fue, además, el toro de la corrida. El de mejores embestidas. Una reserva temperamental antes de tomar la muleta, casi tardeando y hasta midiendo al torero con la mirada, pero, cuando metía la cara, rompía en serio y repetía en trepidantes viajes.
El otro toro de hechuras más en Núñez fue el cuarto, un Guitarro colorado que, sin la caudalosa codicia del tercero, tuvo también su son. No el mismo. Se fue, además, apagando. Los otros dos músicos no sonaron ni fueron de la misma manera. El Bandurrio quinto, berrendo en colorado, calcetero y caribello, algo cabezón y ventrudo, salió manejable sin más: sin entregarse ni darse ni protestar. El Pianista sexto, ensillado y largo, fue el más voluminoso del envío, echó las manos por delante escandalosamente y tuvo de partida aire brusco.
Buenos toros
Armada sin exageración, desigual en el caballo, dura de manos y pronta, la corrida de Alcurrucén tenía, además de los cuatro músicos, dos toros más. Uno de ellos, el primero de los seis, tuvo el nervio y la personalidad propia del encaste de procedencia. Y estuvo más en tipo que ninguno de los músicos. Más nervio que fuerza, sin embargo. Pero la suficiente. Y también bondad. El segundo de la tarde, encogido, frenado, ligeramente a la defensiva, no metió los riñones, pegó algún taponazo, en corto punteó engaños y de largo no se vio.
De manera que dieron juego tres toros: los dos del lote de Curro Díaz y el primero de Rubén Pinar. Era jueves de feria, que solía ser la fecha de más postín de la semana en Sevilla. Después de siete llenos o casi llenos consecutivos, había claros en la Maestranza. Un cambio de costumbres. Público distinto al de las siete fechas mayores del abono. Y, si no el público, distinta la actitud: ninguno de los tres de terna era de Sevilla. Los ganaderos, tampoco. Parecerá paradoja pero ése no es nunca detalle menor en una feria tan trascendental. Se vivió la corrida con la pasión justa.
No provocó más que lo justo Curro Díaz, que, compuesto y ligero, dibujó como suele muletazos de bello garbo, toreó con sincopado ritmo, abusó de tocar por fuera y desde fuera y resolvió sin ahogarse ni apurarse. Demasiado encima del cuarto toro, al que pegó en el recibo una suerte de minilances garabateados; justo de ambición con el primero, con el que llegó a sentirse en una tanda preciosa con la zurda. Pero sólo una. A los dos toros los mató de estocadas contundentes y perpendiculares, de las que parecen estudiadas y ensayadas en el carretón. Al primer toro de la tarde le puso José Manuel Montoliú un par de banderillas que pareció un homenaje a su difunto padre: ganó al toro la cara yéndole de frente y al paso, reunió y cuarteó en un palmo, clavó arriba y salió andando. Tuvo, naturalmente, que saludar montera en mano.
La clase de Rubén Pinar
Las emociones se vivieron con la faena de Rubén Pinar al tercero y con la manera tan febril de embestir, humillar y repetir ese toro, que, abanto de salida, asustadizo, blando en dos varas y espabilado de verdad en banderillas, tuvo estilo grande y metió en harina a la gente. Como una sacudida. No embestidas eléctricas sino templadas, que no quiere decir necesariamente despaciosas. La velocidad del toro. Pinar se sujetó y llegó a enganchar los viajes por delante, que no era sencillo, pero se cansó antes que el toro.
Tandas de cuatro y hasta cinco, por las dos manos, pero el toro admitía otros cuatro y hasta cinco más en la misma serie. Con la izquierda, Rubén se ayudó de la espada sin descararse como pedía el toro. No se vio el toro en los medios cuando ya estaba la cosa clara. Fue, por tanto, faena desigual en logros y fondo. Pero Pinar es torero de gran oficio y bastó con lo que fue.
Tejela anduvo bastante desdibujado. Encajado pero acelerado con el capote, y no tan encajado pero menos acelerado con la muleta. Paciente con el toro berrendo, hasta que se aburrieron los dos. De oficio con el segundo, que pegó cabezazos.