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Tribuna

El fin de la era Gutenberg

JESÚS MAESO DE LA TORRE
ESCRITORActualizado:

El hombre, desde el principio de los tiempos, ha plasmado sus pensamientos en juncos con tinta de hollín, en tablas de marfil, en conchas de tortuga, cañas de bambú y papiros, o ha grabado láminas de arcilla en las riberas del Tigris y Menfis, para contar sus historias.

Glorioso hallazgo el del libro, desde que hace 2000 años se le ocurriera a un chino llamado Tsay Lun mezclar cola, corteza de morera, algodón y redes de pesca, e inventara lo que hoy llamamos el papel, secreto que lograron mantener durante casi mil años hasta que dos fabricantes chinos cayeron prisioneros de los árabes y revelaron su misterio. Su fórmula secreta puede considerarse un botín de guerra, cuando contradictoriamente las guerras han sido las que más librerías y bibliotecas han destruido en la historia: evóquese, Sarajevo, Berlín o Alejandría.

El libro pertenece a esos milagros de la tecnología eterna, -como la rueda, o la máquina de vapor-, y es el único descubrimiento que reúne en sí mismo la quintaesencia de los tres reinos de la creación, y encierra además el pensamiento inabarcable del cerebro humano. En las sociedades pasadas constituyó uno de los símbolos más respetados. Los musulmanes llamaban a los cristianos «Las gentes del libro»; y ellos mismos identificaban su texto sagrado, El Corán, como el principal atributo de Dios. Por vez primera en la Historia, Dios se iguala a un libro: El libro azul del Cielo.

Pero el mundo, en el pasado y presente siglo, se ha transformado en un gran bazar de vulgaridad donde a los duendes y a los héroes les están cerrando la tienda. Unámonos ante el riesgo que se cierne sobre nuestro firmamento de papel. Y no son precisamente dioses estúpidos, no, sino irresistibles becerros de oro que pueden consumirlo en la dictadura de su fuego, si le concedemos la menor ventaja. El universo Gutenberg está en entredicho. Muy pronto convivirán los libros tradicionales y los libros electrónicos. Pero, ¿hay que tomarlo como un peligro amenazador? Yo quiero pensar que no. Más bien hay que afrontarlo como un desafío. Yo soy optimista ante ese torrente electrónico que zarandea nuestro mundo de papel.

Los libros usuales cohabitarán con los digitales, y estoy firmemente persuadido que sobrevivirán. De aquí a una o dos generaciones, nuestras librerías se asemejarán a un híbrido entre tiendas de cibernética y de librerías futuristas. La literatura fluye desde hace tiempo a través de los ordenadores, en el teatro, o en el cine, y también viaja en forma de canciones o de video clip, como lo hace en ese querido sustento al que llamamos papel, y que sabemos que arde a 451 grados Fahrenheit. Sin embargo también percibo que la literatura ya no es el templo sagrado de antaño, sino que forma parte del alocado espectáculo contemporáneo, similar a la comida rápida, o al prêt a porter.

Pero su movedizo soporte, ya sea en pergamino, folio, o ebook digital, siempre será discreto y silencioso en su concepción y colmará de placer a los lectores. "Todos los seres humanos poseen el afán de saber", asegura Aristóteles en su Metafísica. Y es precisamente esa curiosidad instintiva la que nos empuja a comprar libros en el formato que sea, digital o de papel, porque nos brindan verdades, alegrías y estupores. Y aunque no nos revelan el misterio de vida y de la muerte, sí nos desvelan el armónico laberinto del mundo. Son un antídoto prodigioso elaborado con la parsimonia del artesano y la exquisitez del alquimista: el libro, el Byblos, esa criatura quebradiza y frecuentemente hermosa, pero muy desvalida ante los inquisidores implacables, los fuegos de los Autos de Fe, y ahora los formatos ebook y los software audibles.

Sin embargo ha resistido milagrosamente a la adversidad y a los feroces fanatismos, alzándose como alimento del espíritu y cambiando la historia del hombre. Por eso no morirá con su nueva hechura robótica.

Todos los libros posibles comenzaron alrededor del fuego, en la noche de los tiempos, cuando había que fabular con bisontes para cazarlos al día siguiente; y también con los rapsodas ciegos que recorrían las costas del Egeo narrando la conquista de Troya y el viaje de un marinero errante de nombre Ulises de Ítaca, que además de su patria es la utopía del género humano.

La era Gutenberg, anuncia su fin, pero no el término del libro y de la creatividad, que perdurarán mientras el hombre esté sobre la tierra.