Samaranch in memoriam
Desaparece uno de los españoles con mayor peso en las relaciones internacionales
Actualizado:Tras una dilatada vida colmada de contenido, al filo de los noventa años, Samaranch acaba de perder el último juego del deporte que más amaba, el de la vida. Y con él desaparece el español más conocido, respetado, apreciado e influyente en el mundo en las últimas décadas. Miembro adinerado de la burguesía textil catalana y catalán cosmopolita y ejerciente, su gran pasión fue el deporte, pero su brillantez hizo de su afición primigenia una proeza. Recorrió la escala hasta la cumbre: periodista deportivo, ejerció en los 50 la concejalía de Deportes del Ayuntamiento de Barcelona. Contemporizó sin entusiasmo con la dictadura y llegó a ser presidente de la Diputación barcelonesa en 1973 hasta que, en 1977, fue nombrado embajador en Moscú. Y desde allí preparó su gran misión, la presidencia del COI, que obtuvo precisamente en la asamblea de los Juegos de aquella ciudad en 1980. Heredó una institución decadente, en ruinas, y consiguió elevarla durante sus 21 de años de mandato hasta la organización cumbre del deporte mundial, un actor de primer orden en el sistema de relaciones internacionales. Con elegante habilidad, logró para Barcelona los Juegos Olímpicos de 1992, que supusieron el ingreso de la ciudad en una modernidad espléndida y contribuyeron a la proyección de la España emergente que se estaba convirtiendo en potencia. Y, ya en sus últimos años, su prestigio estuvo a punto lograr generosamente para Madrid los Juegos de 2012 y de 2016, que se perdieron por absurdos fallos fortuitos. Desolado por la corrupción que no pudo impedir a su alrededor, sentó sin embargo los criterios que hoy han hecho nuevamente del COI una institución honorable. Polifacético, fue también presidente de La Caixa desde 1986, y como le reconocen sus epígonos, puso los fundamentos de la solidez que hoy caracteriza a la gran institución financiera de Cataluña. Dotado de la sencillez que sólo adorna a los hombres más grandes, fue monárquico hasta la médula, y con el Rey adornó e impulsó el deporte español hasta las altas cotas de hoy. Su desaparición representa, en fin, más allá de toda retórica, la pérdida de uno de los grandes activos que han elevado a este país hasta la madurez actual.