La burbuja marina del saber
La teoría y práctica de la acuicultura, el buceo, la navegación y la mecánica allanan el camino hacia la inserción laboral Alumnos de toda España acuden a La Isla para formarse en el sector marítimo- pesquero
SAN FERNANDO.Actualizado:«El aire frío de la botella entra por la boca. Sientes angustia. No sabes qué va a pasar. Pero una vez que vas tomando confianza te acostumbras. Y la sensación es muy agradable». Comienza la clase de buceo y en el tanque de inmersión del Zaporito late el silencio. Dentro y fuera del agua. Sólo habla el profesor. «Tenéis que familiarizaros con el entorno en el que vais a trabajar para que os sintáis seguros».
Mario Alfaro da instrucciones a los chicos que controlan, desde arriba, la respiración del buzo. «Poco a poco se les va aumentando el estrés en las tareas, para que aprendan el manejo de herramientas, neumáticos o soldaduras bajo esa presión. Y, por supuesto, aprenden la especialidad, porque no es lo mismo un buzo de obra hidráulica que de almadraba». A su lado, Josefa García les enseña la fisiopatología del buceo, o lo que es lo mismo, cómo conocer las reacciones del organismo y cómo actuar en condiciones extremas. Abajo, a seis metros de profundidad, un compañero aprende la soldadura subacuática. «Miedo no da, respeto mucho».
«La mar no la quiere nadie»
El resplandor naranja destaca sobre la negrura del aparatoso traje de buzo. «A la hora de moverte en superficie pesa mucho, pero en el fondo no y puedes cortar, soldar. es mi vida. Quiero participar en obras submarinas, embarcarme o trabajar en un puerto». Emilio Santander, gaditano de 19 años, representa el entusiasmo vocacional del alumnado del Marítimo Zaporito, el único centro integrado de Andalucía que aglutina las enseñanzas de formación profesional de la familia marítimo-pesquera. Dividido en grado medio y superior, se puede acceder desde la ESO o desde el Bachillerato, respectivamente. Además, los convenios con empresas propician las prácticas de alumnos en centros de trabajo que les allanan el camino hacia el mercado laboral.
«La mar no la quiere nadie. Es muy dura. Son muchos días y muchos meses sin ver a la familia. Hay que tener vocación». Juan Carlos Rodríguez sabe bien de lo que habla. Ha sido marino durante buena parte de su vida y ahora es el profesor de Navegación. «Mis alumnos aprenden a situarse mediante una serie de líneas de posición. Interpretan la ubicación de las estrellas, del sol. Hay que entender la astronomía para manejar un barco y llevarlo en la dirección adecuada». El director del Zaporito, Fernando Valera, señala el gran testero de una de las aulas. «Aquí tendremos, antes del verano, la joya de la corona. Un simulador de navegación que reproducirá el puente de mando de un buque en forma de enorme pupitre lleno de ordenadores».
En el Índico no hay ferreterías
«Mediante un software, -indica el director- los alumnos podrán introducir una serie de coordenadas de posición, condiciones atmosféricas, tipo de buque -mercante, petrolero, carguero.- e incluso el puerto al que se dirigen: Oslo, Amsterdam, Gibraltar. Será como un gran videojuego». Nuestro cicerone muestra los motores rescatados de desguaces con que los alumnos aprenden el control y mantenimiento de máquinas e instalaciones de buques. «También hay talleres de soldadura y aparatos para fabricar piezas. Iguales que las de los barcos de alta mar. En el Índico no hay electricidad ni ferreterías para solucionar los problemas. Todo se hace en el barco».
La influencia del Zaporito trasciende la propia provincia para captar alumnos de Galicia, Castilla y León, Castilla La Mancha o Extremadura. Álvaro González, malagueño de 20 años, es un buen ejemplo de la apuesta por recibir formación en este centro, y no en otros. «Desde pequeño he tenido una gran afición por los acuarios, siempre he estado criando especies. Hay algunos centros cerca de mi casa, pero prefiero prepararme aquí, aunque me cueste el dinero del alquiler. Hay más especialización». Sus planes pasan por acceder al grado superior. «Quizás después estudie la carrera de Biología en Sevilla».
En el aula de acuicultura, como en todas, se combina la teoría con la práctica y los alumnos de grado superior asumen responsabilidades. «Cuando llego por la mañana, lo primero es medir la salinidad y el oxígeno de todos los tanques. Los colectores recogen los huevos, que se pasan a otro lugar para que sean fecundados». Julieta López ya ha efectuado sus prácticas en una empresa sevillana de las marismas del Guadalquivir. Le han ofrecido trabajo. «Langostinos, mejillones, doradas, rodaballos... los criamos mediante el cultivo artificial de algas y plancton». Carlos Burgos, jefe del área, toma un lenguado suavemente y lo vuelve a deslizar dentro del tanque. La vida sigue bullendo en el Zaporito como una gran burbuja en el fondo del mar.