EL DESEMBARCO
Cádiz se prepara para acoger a los diez cruceros que arribarán en la ciudad del 27 al 29 de abril, toda una oportunidad para desterrar la imagen que tienen los turistas de una ciudad cerrada y medio abandonada
Actualizado:Así, sin esperar al agua de mayo, parece que el mes de abril nos va a traer el maná del cielo. Bueno, no concretamente del cielo, sino del mar. Ya lo saben. La ciudad se prepara para una campaña de desembarco en los últimos días de abril. Seis cruceros el día 27, tres el 28 y uno más el 29 que dejarán algo así como catorce mil cruceristas, una cuarta parte de lo que se espera recibir a lo largo de todo el año en esta ciudad que, por fin, parece haber encontrado a la gallina de los huevos de oro en el último rincón del gallinero. Tanto es así que casi nos coge de sorpresa esto de los cruceros, la Autoridad Portuaria Bahía de Cádiz anda iniciando los trámites para la instalación de tres terminales más en el puerto en los próximos años y los comerciantes han decidido ponerle las pilas al viejo reloj, ampliar los irracionales horarios a los que nos tenían acostumbrados y utilizar estos días como experiencia piloto para, de una vez por todas, modernizar al viejo comercio gaditano. Menos mal. A ver si empezamos a desterrar la penosa imagen de un Cádiz cerrado y medio abandonado que se llevaban los turistas.
Por lo pronto serán tres días de ensayo, al menos eso es lo que propone el Ayuntamiento a los de Horeca y a la Asociación de Empresas Turísticas de Cádiz. Tres días en los que los establecimientos no cerrarán al mediodía para que los turistas puedan realizar sus compras con absoluta libertad. Quizá no sea rentable para todos. Tal vez. De eso se quejan muchos empresarios que recuerdan como el 'Queen Elizabeth' y su tripulación apenas se dejaron notar. Tendrán razón. Pero también es cierto que una de las fórmulas comerciales más antiguas hablan de crear primero la oferta y así, casi obligar a la demanda. Con las franquicias funciona. Veremos a ver con lo demás. Dori Núñez, portavoz de la Asociación de Guías Turísticos, lo decía de forma muy clara «los turistas no vienen a resolvernos la vida», pero algo ayudan, porque «Cádiz no necesita inventar cosas nuevas, se trata de abrir. Cádiz es una ciudad cómoda y atractiva». Claro que sí. Lo que hace falta es que los gaditanos también resultemos personas cómodas y atractivas y no una panda de quejicas y pesimistas de los que ponen el parche antes de que salga el grano. Un grano que nunca sale porque la sombra del «esto es lo que hay» es alargada. Muy alargada.
Otra cosa es lo que puedan comprar los turistas, lo que podemos ofrecerle. Otra cosa es lo que quieran comprar los turistas, lo que buscan. Y ahí es donde el paraíso del 'souvenir' se convierte en un reino que no es de este mundo. Saben ustedes cómo me gustan los 'souvenir', cómo los busco y cómo ellos me encuentran en cualquier rincón del planeta.
La cultura del 'souvenir'
Cosas he visto dignas de Zolá, un cenicero con la cara del Papa o un abrebotellas con la de la duquesa de Cornualles, -antes conocida como Camila Parker-, y he visto cosas maravillosas como la cuidadísima tienda del British Museum. El del 'souvenir' es un mundo 'kitch' sólo apto para iniciados y para turistas que, con la vocación de un arqueólogos, buscan la pieza que documente aquello de «yo también estuve allí». En Cádiz hay entre diez y quince tiendas de 'souvenir', todas ellas en el centro, en el pequeño perímetro que abarca desde el muelle al Palillero pasando por la Catedral. Son tiendas para las que no existe aquello del horario, que abren de lunes a domingo y de la mañana a la tarde porque en el descanso de los demás -de los turistas- está su trabajo. La Suiza, por ejemplo, en la calle Pelota, abrió hace cuatro años cuando los barcos que llegaban todavía eran pocos. Hoy, la tienda regentada por Claudio Domínguez es un clarísimo ejemplo de que lo que debería ser el comercio especializado en este tipo de turismo. En ella tiene uno todo a mano lo que el visitante puede encontrar en la ciudad para llevarse un recuerdo de su visita. Algunos objetos son, más que un 'souvenir', un monumento al mal gusto, como el huevo de Fabergé en cuyo interior se erige la Catedral en resina, pero aún así siempre hay quien los compra. «Los rusos -afirma Claudio- son los que más gastan, los que se llevan las cosas más grandes y los que nunca regatean».
Porque en esto, también, hay quien piensa que África empieza en San Juan de Dios y pretende hacer sus compras como si estuviera en el 'Zoco' de Bagdad. «Los peores, los ingleses y los alemanes, dice el encargado de la tienda, que se llevan apenas dos postales y un llavero». Los mejores, los italianos, los griegos, los portugueses y los sudamericanos «que se llevan regalos hasta para los vecinos», y también el turismo nacional de más edad, que sigue pidiendo «la tacita de plata», todo un clásico en el 'souvenir' gaditano. El resto, salvo las muñecas Marín, azulejos con el Nazareno y platos con la cara de Camarón - lo que mejor se vende, según el encargado- podría servir lo mismo para un roto que para un descosido. Tazas, bolas de nieve, camisetas, llaveros, lápices que lo mismo puede poner Cádiz que Talavera de la Reina, porque la universalidad es otra característica en la feria del regalo. Apenas se vende lo de Andalucía, han bajado mucho las camisetas del 'picha' y todo lo relacionado con el equipo de fútbol. Piden, eso sí, la bandera de Cádiz, «pero el Pendón no se comercializa demasiado» dice Claudio a la vez que lamenta que los turistas «no tienen mucha idea del Bicentenario y hasta ahora nadie ha pedido un recuerdo del Cádiz 2012, aunque algo llegará». Una lástima, el Bicentenario ni dentro, ni fuera.
La botella de sangría con forma de guitarra, como los viejos rockeros, nunca muere. Los turistas la piden mucho. El encargado les recomienda que la enfríen antes de beberla, «afloja el vientre», advierte de forma educada. Un 'souvenir' para cagarse. Prepárense para el desembarco.