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Greta Garbo, veinte años sin la enigmática 'divina'

La actriz sueca, cuya retirada cuando apenas contaba con 36 años no hizo sino incrementar su leyenda, dejó para el recuerdo interpretaciones memorables

MADRID Actualizado: Guardar
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En unos tiempos en los que los actores y actrices de Hollywood dedican casi tanto tiempo a cortejar a periodistas y modistas como a rodar películas y en los que la exposición pública de todo tipo de miserias parece la culminación de cualquier realización social, sorprende encontrar a un puñado de seres que renunciaron a su inmensa popularidad para internarse en las profundas aguas del misterio, que no del olvido. Una estirpe a la que pertenece Marisol y a la que también se adscribió Greta Garbo, la mujer que nunca reía, la ‘divina’ de la pantalla cuyo sorprendente retiro a los 36 años no hizo sino incrementar una leyenda forjada a base de impecables actuaciones y enigmas nunca resueltos.

Nacida en Estocolmo el 18 de septiembre de 1905 con el nombre de Greta Lovisa Gustafsson, fue descubierta mientras era una adolescente. Por esa época debía trabajar en unos grandes almacenes ante la precaria situación económica en que había dejado a su familia la muerte de su padre cuando ella contaba con 14 años. Un avispado director sueco, Eric Petscher captaría la perfección de su rostro en un anuncio de la cadena para la que trabajaba y la reclutaría para Luffar-Petter. Ese filme significaría su debut allá por 1922.

Pero fue Maurtiz Stiller quien le proporcionaría el contrato que acabaría dando con los huesos de la Garbo en Hollywood. La cinta, rodada en 1924, llevaba por título The Story of Gösta Berling, y su éxito atrajo la atención de la Metro Goldwyn Mayer. La compañía, controlada por el poderoso Louis B. Mayer, no tardaría en extenderle un contrato a la bella joven que se convertiría en uno de sus emblemas durante la década siguiente.El torrente(Monta Bell, 1925) sería el primero de una larga lista de largometrajes que contarían con el hermoso aunque duro rostro de una chica cuya sonrisa era mucho más esquiva que el sol en los inviernos de su Suecia natal.

Los años dorados

La mujer divina (Victor Sjostrom, 1928) o El beso (Jacques Feyder, 1929) fueron algunos de los filmes en los que dejó su impronta esta intérprete a la que, a diferencia de otras divas de la época como Gloria Swanson, el paso del cine mudo al sonoro no le pilló con el paso cambiado. Así, su voz luciría en películas inmortales como Anna Karenina (Clarence Brown, 1935), Margarita Gautier (George Cukor, 1937) o Ninotchka (Ernst Lubitsch, 1939).

Estuvo nominada en tres ocasiones al Oscar, pero sólo en 1954 la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de Estados Unidos le otorgó un galardón a título honorífico. Para entonces la Garbo ya se había retirado a su residencia de Nueva York, alejándose de la vorágine de Hollywood.

Rumores nunca confirmados

Desde entonces han corrido todo tipo de rumores sobre los motivos que llevaron a una de las mayores estrellas que ha arrojado el séptimo arte a abandonar la profesión. Las habladurías se han centrado principalmente en su vida amorosa. Prometida al actor John Gilbert, con el que compartió créditos en varias películas a lo largo de los años veinte, Greta Garbo le dejó plantado. Desde entonces fue más conocida por sus supuestos amoríos con mujeres de la talla de la actriz mexicana Dolores del Río (Ave del paraíso, Estrella de fuego) o la alemana Marlene Dietrich (Testigo de cargo, Sed de mal). Con esta última trabajó en una película muda, The Joyless Street, que marcaría el inicio de una relación tan efímera como convulsa y que llevó a ambas a fingir durante muchos años que no se conocían.

Rumores nunca confirmados que vinieron a sumarse a las continuas noticias su hipotético regreso al cine –su última aparición en la gran pantalla data de 1941, cuando apareció en La mujer de dos caras, dirigida por George Cukor-. Pero andaban muy desencaminados quienes soñaban con verla de nuevo en Hollywood. Ella había decidido apartarse de su pasado y, aunque siguió cultivando la amistad de personalidades como el armador griego Aristóteles Onassis o el fotógrafo Cecil Beaton, los focos nunca volvieron a encenderse para iluminar su bello rostro.

El 15 de abril de 1990, Greta Garbo fallecía en Nueva York, víctima de un síndrome renal y de la neumonía. Su fortuna, alrededor de 20 millones de dólares, amasados gracias a sabias inversiones inmobiliarias en Beverly Hills, fue a parar a manos de una sobrina suya. Nueve años después sus cenizas eran esparcidas en un cementerio de Estocolmo. La 'divina' había vuelto al lugar que la vio nacer llevándose con ella el secreto de una vida que sigue maravillando a todo aquel que se acerca a su elusiva biografía.