LA VOZ regala mañana con el periódico la película, 'Stalingrado'

Fríamente, podría decirse que Stalingrado fue la crónica de la desaparición de víveres de una nevera valorada en veinte millones de dólares. Más en caliente, con el termostato que concede la perspectiva histórica, el monumental filme del autor de 'Leche de otoño' (un poco la precuela de éste) marca un nuevo resurgir del cine bélico, sacudiéndose de cada vez más molestos síndromes de Vietnam y aprovechando que el Pisuerga pasaba por el avispero de la Guerra de Yugoslavia el año de su estreno. Al margen de su naturaleza de «epopeya gráfica» (según definió el 'Washington Post') y de sus espectaculares y crudas secuencias de hazañas bélicas, Vilsmaier descongela un antimilitarismo de conciencia nada heroico -poco que ver con el musculado de Oliver Stone en 'Platoon' o 'Nacido el 4 de julio'- que, un lustro después, sería rebañado por Tavernier en otra cumbre del género continental: 'Capitán Conan'.

Ocho años más tarde, el también galo Jean-Jacques Annaud volvería al campo de batalla con su 'Enemigo a las puertas', digerible revisión en clave de western y con rostros bien comerciales de tal crucial escabechina. Sin embargo, el fondo de cohesión de Enemigo... contrasta con el amargo pesimismo de los soldados alemanes de Stalingrado frente al vetusto tanque ruso al ver reducido su potente iceberg a tímidas estalactitas que se refleja en miedos, cobardías y diálogos como el famoso «¿Dónde está la artillería? ¡Tú eres la artillería!» mantenido entre dos germanos con los fusiles tiritando.

Un clima de miedo escénico colectivo ya recogido por el cine teutón en su memorable 'Das boot', de Wolfgang Petersen, y que Hollywood arrimaría a su sardina con el brote de filmes noventeros sobre Normandía o Pearl Harbor o el último brote de cine submarino, con 'K-19' cerrando filas. Pero esa es otra guerra, aunque sea la misma.