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ANABOLIZANTE

RICARDO MARTÍNEZ

ANA LÓPEZ SEGOVIA
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El ropero se está quedando vacío. Afortunadamente. Siempre hay que alegrarse de que una persona decida vivir con plena libertad su vida, sus afectos, sus tendencias, su forma de ver el mundo. Aunque esa persona sea Ricky Martin, aunque esté como un queso de bola. De todas formas, tengo las mismas posibilidades de tener algo con él ahora que antes, es decir, ninguna. Sobra decir que era algo que se sabía. Bueno, muchos lo sabíamos. Supongo que este anuncio es básicamente el ejercicio terapéutico de un hombre que, por motivos de trabajo, se ha visto obligado a fingir durante mucho tiempo ser quien no es. Qué triste es, ¿no?, que uno se vea abocado a hacer este tipo de manifestaciones para quedarse en paz. Porque, como diría Alaska, ¿a quién le importa? Pero parece que el mundo está continuamente exigiéndole a uno que se defina, aunque no proceda. Conozco a actores gays a los que no les gusta nada el tema, no porque vivan su sexualidad como un conflicto, sino porque el hecho de tener una u otra orientación sexual influye en su carrera. A amigos míos les han quitado un papel por ser gays, estando incluso prácticamente seleccionados. Por eso prefieren no hablar de su vida privada, cosa que yo comprendo e incluso aplaudo porque, insisto, ¿por qué carajo tengo yo que explicar con quién me acuesto, a quién le importa? Aplaudo a aquellos que salen del armario y lo utilizan como reivindicación, pero también defiendo la actitud de aquellos que se niegan a manifestarse. En cualquier caso, Ricky, yo te sigo amando, por tu baile, por ese rollazo que tienes en lo alto, por tus hijos, por tus caderas, por tus canciones. Viva tú, y viva la vida loca.