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Leopoldo Martín presentó a Miguel Florián en la cita de ayer. :: O. CH.
Sociedad

Miguel Florián desvela el sentido del arte en el Museo

El poeta y profesor de Filosofía explica cómo el ser humano necesita a la cultura para sobreponerse de sus limitaciones

ROCÍO VÁZQUEZ
CÁDIZ.Actualizado:

Es una constante en su obra, poética y ensayística, y un motivo de su profesión, profesor de filosofía. Constituye un símbolo y un acercamiento a la realidad de los seres humanos. La corporiedad fue uno de los ejes vertebrados de la intervención de Miguel Florián en el Ciclo Voces en el Museo, en una nueva cita -presentada por Leopoldo Martín- que se celebró ayer alrededor de una de las obras de la colección del Museo Provincial, una máscara de barro del siglo IV.

Detrás de 'Los espejos del cuerpo: Arte, precariedad y finitud', el poeta madrileño escondió un discurso basado en su propia experiencia personal, en sus encuentros estéticos. De esos que emanan del cuerpo y con los que Florián quiso explicar la multiplicidad de expresiones de las que dispone el humano para enfrentarse a la realidad. A menudo velada, a través de una máscara -física o imaginaria- por ejemplo, otras veces incomprensible y por encima de todas las cosas, inabarcable.

Pero también, como destacó durante su conferencia, el arte y su madre la cultura sirven para conseguir un «superávit», para sobrepasar las limitaciones que tiene el animal humano. «Los hombres tenemos autoconciencia, sabemos de nuestras limitaciones e intentamos crear para compensar esas carencias», explicó el autor y profesor.

Existen otras formas de sobrepasar esas «precariedad y finitud», el mito, la religión, la ciencia o la misma filosofía, pero es en el arte donde el ser humano encuentra más a menudo esa comprensión.

Por su parte, la máscara y el espejo son símbolos de la otra identidad, cifrada y en muchas ocasiones amenazante. «En la mitología son ventanas de aceso a otra realidad. Existen más ejemplos, como el hecho de que en ciertas culturas se tapasen los espejos cuando fallecía alguien», argumentó el filósofo, quien apunto que su visión sobre la disciplina poco tiene que ver con el mercado o las tesis de su deshumanización. Muy por el contrario, cree en la inspiración, en las múltiples posibilidades de poseer una experiencia estética, «a través de un objeto o una puesta de sol». Son muchas y casi imposibles de categorizar, la mayoría de ellas, como le ocurrió a Miguel Florián, ocurren y se recuerdan desde la infancia.