El homenajeado recoge las distinciones de general de manos del hasta ahora jefe del Seprona, el teniente general Francisco Gabella, al que sucede en el cargo. :: f. jiménez
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Alfonso Escuer Mur se despide con la «tranquilidad del deber cumplido»

El hasta ahora jefe de la comandancia de la Guardia Civil en Cádiz recibe el fajín de general de brigada, antes de su partida a Madrid

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El acto se esperaba disciplinado y riguroso, propio de una puesta en escena militar con toda la parafernalia prevista: uniformes, galones, enseñas y todas las autoridades militares y civiles de la provincia puestas en orden en la plaza de armas del cuartel gaditano.

Sin embargo, Alfonso Escuer Mur, «protagonista a su pesar» de la jornada se desprendió del rigor militar, dejó a un lado la sobriedad y rompió los esquemas con un discurso cercano y a veces hasta irónico, que sonó, sobre todo, a despedida: «He disfrutado y he sufrido, pero me voy con la tranquilidad y la confianza de haber cumplido mi deber».

El hasta ahora jefe de la comandancia de la Guardia Civil en Cádiz, recibía, con estas palabras, su nuevo grado como general de brigada de la Benemérita, al que fue ascendido hace menos de un mes por el Ministerio de Defensa, y que lo obliga a dejar el cuartel gaditano para enfrentarse a un nuevo reto de responsabilidad en Madrid, al mando del Seprona. De ahí el adiós.

El acto de ayer representaba, de hecho, la puesta de largo de este ascenso, con la entrega de las dos enseñas propias de su nuevo cargo: el fajín rojo y el bastón de mando que distinguen a los generales españoles desde el siglo XVIII. Precisamente, la protocolaria ceremonia -presidida por el delegado del Gobierno, Juan José López Garzón- resultó algo más familiar porque quien le ciñó la distinción había sido ya jefe en la comandancia gaditana, y era su inmediato antecesor al frente del Seprona: el teniente general y subdirector de Apoyo, Francisco Gabella Maroto, que destacó del nuevo general «la firmeza en sus convicciones» y lo consideró como «su apadrinado».

Como una alternativa torera

«Lo tomaré como la alternativa de un torero», comenzó su discurso el ahora general de brigada, que advirtió, que no haría bromas: «Porque, que un alto aragonés como yo -es natural de Sabiñánigo, Huesca- pretenda ser gracioso en esta tierra, puede ser grotesco», afirmó. Aunque en sus palabras no faltaron ciertos toques de ironía e incluso cierta crítica social, al advertir que «últimamente se cuestiona por sistema la autoridad».

Pero sobre todo transmitió su ya conocida modestia: «He servido siempre aprendiendo, sin grandes éxitos y con poco fracasos; soy consciente de que me toca recoger con este ascenso los réditos de todos mis subordinados, que han servido a mis órdenes con lealtad, entrega y sacrificio». También dedicó palabras de agradecimientos a sus superiores, a otros cargos militares de la provincia y a las autoridades civiles, como el subdelegado del Gobierno, Sebastián Saucedo. Además de sus «amigos gaditanos», a los que dio las gracias por haberle «descubierto las maravillas de esta tierra luminosa» y «el cariño con el que han acogido a mi familia», afirmó.

Precisamente a su mujer y a sus tres hijos dedicó sus últimas palabras, con los que confió poder dedicar «tiempo suficiente para disfrutar plenamente de mi vida», a pesar de las altas responsabilidades que le esperan ahora -«esperó que el servicio no se alargue mucho, pues si nací en un cuartel, no me gustaría morir en uno»-. Y concluyó de nuevo, con una expresión taurina: «Que Dios reparta suerte».