Un gigante en horas bajas
El Gobierno ha situado entre sus objetivos elevar el peso del sector manufacturero hasta alcanzar el 18% del PIB El negocio de la industria se hundió un 57,6% en 2009 pese al descenso del 21,7% en los gastos financieros
MADRID.Actualizado:El sector industrial reúne las características del modelo de desarrollo económico que quiere promover el Gobierno. Es abierto a la internacionalización, innovador, tiene una productividad elevada y, sobre todo, genera empleo de calidad. Por eso, en el acuerdo propuesto a los partidos figura el objetivo de recuperar el peso de la industria hasta alcanzar el 18% del Producto Interior Bruto (PIB), la media que ahora presenta la Unión Europea. En realidad, la cuota relativa de la industria en la actividad se ha recuperado en España durante la etapa más aguda de la crisis. En 2000 representaba el 16,4% del PIB, pero en la fase de fuerte crecimiento su participación se fue deteriorando al ritmo de medio punto anual, de manera que en 2006 tocó suelo en el 13,4%, el nivel más bajo de toda la historia económica reciente.
Finalmente, entre 2007 y 2009 la industria fue ganando presencia, para quedar en el actual 15,5% del PIB. En sentido inverso ha evolucionado la construcción, auténtico motor en tiempos de bonanza y en caída libre desde que se desencadenó la crisis financiera internacional.
Crecimiento
Por eso, el objetivo de avanzar hasta una cuota del 18% tiene que ir enmarcado en una estrategia de crecimiento. El punto de partida es desolador porque, después de la construcción, es el sector industrial el que más ha sufrido las consecuencias de la crisis, hasta el punto de que el resultado de su negocio se hundió el 57,6% el pasado año, según revelan los datos de la Central de Balances del Banco de España.
En 2009, el valor añadido de la industria se redujo un 24,6%, la mayor contracción ocurrida desde que se elabora este registro. Se apreció, sin embargo, una leve mejora en los últimos meses del año, que incluso atenuó el descenso del conjunto. Un único sector se salvó del desplome, el de fabricación de material de transporte, cuyo valor añadido bruto creció el 7,3% gracias a los planes impulsados por el Gobierno para incentivar la venta de coches.
La recesión marcó la evolución de las cuentas sectoriales. Si el saldo exterior de la industria (importaciones menos exportaciones) resultó positivo fue por el fuerte retroceso de las importaciones, porque las ventas al exterior también cayeron en picado. Y los gastos de personal se redujeron un 6,9% -frente al avance del 1,2% que todavía presentaban el año anterior- por el recorte del 6,1% que sufrieron las plantillas medias y la caída adicional del 0,9% en las remuneraciones.
De poco sirvió que, con los tipos de interés por los suelos, los gastos financieros cayeran el 21,7%. La ausencia de demanda y el estrechamiento del negocio llevaron a un desplome del 57,6% del resultado ordinario una vez descontados los impuestos.
Inversión congelada
Consecuencia de todo ello, los niveles de rentabilidad se quedaron en mínimos. Y, por vez primera desde la salida de la crisis anterior, concretamente desde 1996, el coste de la financiación ajena fue superior a la rentabilidad del activo neto en un 0,9%, un dato que justifica la congelación que experimentó la inversión industrial el pasado año.
Urge tomar medidas. De ahí la presión que algunos grupos políticos, en particular los nacionalistas pero también los de izquierda, están haciendo para que la política industrial no esté ausente del primer paquete de actuaciones que se pondrán en marcha a través de decretos ley. Les parece difusa y poco efectiva la propuesta gubernamental de crear dos foros de debate: una comisión interministerial que en el plazo de tres meses presentará una propuesta con las líneas generales del plan estratégico industrial al Consejo de Ministros, y otra parlamentaria con participación de los agentes sociales, a la que se concede un periodo de diez meses.