Alonso se lleva un sofocón
Rompió el Ferrari en el trazado de Sepang después de una abrupta carrera sin embrague
SEPANG.Actualizado:«Fernando ha realizado una carrera heroica». La declaración de Stefano Domenicali sonó tremenda en el paddock de Sepang, como si hubiese visto otra carrera y estuviese regalando humo a los oídos inquietos de los enviados especiales a la jungla. Resultó que el jefe de Ferrari tenía los datos, el mapa del terreno y el origen del comentario. Nada es lo que parece en la Fórmula Uno. Nunca. Alonso perpetró una carrera por dentro de su habitáculo, sin invitados a la vista, y otra, de puertas afuera, la que se escucha pero no se aprecia en la tele. Corrió sin embrague, en una paradoja de apariencia incomprensible: tenía que acelerar cada vez que requería el freno motor de su coche. A última hora, en una cabriola aparatosa dadas las condiciones del Ferrari, intentó rebasar a Button y se quedó sin nada. Sin dos puntos y sin el maillot amarillo de líder del Mundial, que recae en Massa. Red Bull se sacó todas las espinas e hizo el doblete con Vettel y Webber.
No hay muchas dudas respecto al diagnóstico que flota en el ambiente de la Fórmula 1. Los mejores pilotos, de largo, son Alonso y Hamilton, los dos inquilinos del desdichado McLaren 2007. Y, a cierta distancia, asoma Vettel con su rutilante trayectoria como tripulante del emporio Red Bull. Y luego, las quinielas y los gustos de cada cual. Pero la jerarquía de Alonso y Hamilton no se pone en discusión. Conducen más rápido.
A caballo de su virtud al volante, Hamilton trepó nueve posiciones en tres vueltas sin que mediaran accidentes. Salió el 20 y unos kilómetros más allá viajaba undécimo en un visto y no visto. Con el tanque de gasolina lleno y los neumáticos duros, los que teóricamente menor rendimiento ofrecen. Una exhibición en tres giros que entregó al inglés al pelotón de cabeza, ya preparado para dar guerra.
Estrés constante
Y lo mismo Fernando Alonso. Asaltó la curva inicial con todo el empuje que le procuraba la remontada y se percató de que el coche tenía un agujero importante: el mecanismo del embrague no funcionaba al cambiar las marchas. El Ferrari se le fue largo por fuera en la curva inicial y en la confusión, el campeón español encontró la solución. Las paradojas de la F-1: al tocar el acelerador, el engranaje de las marchas se activó. Total, que la carrera de Alonso se convirtió así en un sin sentido: para bajar las marchas, tenía que acelerar.
Un estrés constante en el vuelta a vuelta del que sólo se percatan los pilotos, los que de verdad conocen los entresijos de este deporte. Lo advirtió alguien por los movimientos de Alonso con la cámara de su coche. Y lo corroboraron Marc Gené, Adrián Campos o Andy Soucek cuando se requirió su opinión. «Se vio claro que tenía un problema al conducir».
La imagen que quedó, sin embargo, fue la de Alonso intentando adelantar a Button con el coche dañado -«sabía que era imposible, pero lo intenté más como señal de frustración que otra cosa»- a dos vueltas del final. Entonces surgió la señal para el público: el Ferrari con humo, rotura de motor.
Para entonces, Pedro de la Rosa pasaba el trance de ver otra vez la carrera por la tele. Se averió su Sauber y se quedó parado en la vuelta de calentamiento. Enorme tarde de Jaime Alguersuari y otro fiasco de Schumacher, en plan calamidad.
No falló esta vez ningún resorte esta vez en el Red Bull de Vettel, cuyo dominio fue apabullante de principio a fin. Se merendó a su compañero Mark Webber en la salida y enfiló hacia el triunfo como impulsado en un raíl. El australiano debe ser el pasajero con más pesadillas de la F-1. Siempre pierde ante su compañero, el primer rival de todos.