Sociedad

La película que les mató

Cecil B. de Mille sufrió un infarto por culpa de 'Los diez mandamientos' y Eisenstein falleció mientras trabajaba en 'Iván el terrible' Los sinsabores que padecieron durante el rodaje de sus películas llevó a grandes directores hasta la muerte

MADRID. Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

La consciencia, en algunos casos, de que sería su última película convierte a muchas en verdaderos epitafios para sus carreras. En otros, fue la muerte la que decidió poner el último punto en unos títulos de crédito definitivos. Y sólo las mejores están en el libro de Luis López Varona, donde el escritor da fe, como un buen notario, de sus últimas voluntades.

El corazón, que nos arrebatan tan fácilmente muchas de estas grandes obras, fue lo primero que también robaron a sus directores. Así, un rodaje de dimensiones épicas, el calor de una primavera en el desierto del Sinaí y un golpe de Estado que derrocó al rey Fahruk y permitió que el general Nasser tomase el poder son las circunstancias que provocaron el primer infarto de Cecil B. de Mille.

La película que dinamitaría su salud, no sin antes hacerle gozar de tanto éxito que hasta recibido por el Papa Pío XII, agasajado por el general Charles de Gaulle y aplaudido por Winston Churchill y la reina Isabel II, fue 'Los diez mandamientos' (1956).

Su fama creció hasta el punto de ser hoy en día una de las cinco películas más vistas de todos los tiempos, pero De Mille no quiso quedarse ahí, deseaba rodar una más. No pudo ser. La madrugada del 21 de enero de 1959 un nuevo ataque del que no pudo recuperarse puso punto y final a su carrera.

Un infarto acabó también con la vida de Sergei M. Eisenstein mientras trabajaba en 'Iván el terrible: La conjura de los boyardos', estrenada en 1958, diez años más tarde de la muerte de su director.

Los enfrentamientos con Iósif Stalin, la II Guerra Mundial y las acusaciones de simpatizar con el capitalismo norteamericano aniquilaron la gran obra que iba a constar de tres partes. Si la primera fue un éxito, la tercera le reportó la muerte.

Tras un primer infarto, Eisenstein se refugió en su dacha de Kratov, donde revisaba el guión y disfrutaba viendo películas norteamericanas que le enviaba directamente el personal de esa embajada. Estas buenas relaciones no le ayudaron precisamente a salvar el final de su trilogía cuando Stalin la censuró. Si bien una de las excusas fue esa amistad hacia los capitalistas, a pesar de que esa misma embajada le facilitaba a Stalin los filmes del Oeste que tanto le gustaban, el verdadero motivo radicaba en que si ya en la segunda parte la figura del dictador se perfilaba bastante en el retrato de Iván, en la tercera sabía que esto podría ser más evidente.

Eisenstein acabó dándole la razón al régimen y pidiendo perdón por los errores cometidos, prometiendo revisar la película. Pero cayó en una profunda depresión y murió en 1948. En el escritorio en el que se le encontraron postrado, igual que sucederá en 1985 con Orson Welles, una carta rezaba así: «En este momento me viene un espasmo cardíaco. Se nota en las huellas de mi caligrafía. Toda mi vida he querido que me aceptaran con cariño. Sin embargo, me he visto obligado a retirarme y así seré siempre un espectador».

Una carrera, un filme

Sólo un largometraje, 'La Atalanta' (1934), un par de cortos y un mediometraje componen la filmografía de Jean Vigo y la muerte siempre ha estado presente en ella.

Enfermo desde pequeño, Vigo tuvo que luchar contra la tuberculosis, que si bien le dio muchos sinsabores, también le permitió conocer a su mujer, Elisabeth Lozinska. Vivieron un amor tan profundo que, al fallecer él, ella sólo le sobrevivió cinco años, con un intento de suicidio de por medio. Un dato éste más que importante si nos fijamos en que 'La Atalanta' tiene el mérito de ser una de las mejores películas para mostrar el amor cotidiano de una pareja.

Esta joya tuvo un rodaje más que complicado debido a un invierno muy crudo que quebrantó la salud de su director, ya que la mayoría de las secuencias se rodaron en exteriores. Pero daba igual si llovía o nevaba, Vigo rodaba entusiasmado, incluso cuando tuvo que hacerlo desde una camilla.. «No dispongo apenas de tiempo. Tengo que acabarla enseguida», afirma quien sabía que su filme le mataría.

La película, reivindicada más tarde por la 'nouvelle vague', tan sólo estuvo tres semanas en cartelera, periodo en el que una septicemia acabó con Vigo, un 4 de octubre de 1934.

'Eyes Wide Shut', 'La evasión' o 'Tabú' fueron también la condena de sus directores. ¿O quizá se alzaban como cruces que anunciaban su consagración?