EL JULI GANA UNA BATALLA MENOR
Tres orejas en la primera corrida de la Feria de Arles
CRÍTICA TAURINAActualizado:El toro de la alternativa de Marco Leal, del hierro de Domingo Hernández, castaño albardado, recogidito de cuerna, escobillado, salió suave, noble y bueno. Alguna frenadita, una coz también. Los Leal, oriundos de Almería, son en Arles una larga dinastía de ya cuatro generaciones de toreros. Un Juan Leal patriarca no imaginó que toda su prole iba a posar en foto de familia en la escalinata del Anfiteatro de Arles para celebrar la fiesta de Marco. Más de treinta en el grupo. Y dos de ellos, Paquito y Frédèric, matadores de alternativa primero y banderilleros luego y ahora. A toda la familia brindó Marco el toro del estreno. Sacó a su padre al tercio y le pegó un abrazo.
Compartieron el brindis la presidencia y la orquesta que ameniza las funciones. Se cumplían tres semanas de la muerte de Robert Marchand, su director. Pero no pudo hacer Marco honor a tantos brindis juntos. Muletazos a golpes cuando el toro, algo frágil, pedía tacto y trato delicados. Muchas voces, señales de fatiga al salir de la cara del toro. Tres pares de banderillas de deportiva manera, una faena sin aire, un pinchazo al suelo porque se fue el cuerpo tras la espada pero no la espada por el toro y un bajonazo.
Un aviso. Cariñosísimo el paisanaje. Palmas por bulerías en dos momentos de aliento. Lo sacaron a saludar. No en el otro turno, con un sexto de pastueña condición, recortado de culata o culopollo, con cara de bueno y ritmo constante. Buen toro. Marco lo saludó a porta gayola con larga cambiada, y dos largas más después. Para homenajear a El Juli, padrino de alternativa, Marco intentó lucirse con dos lances de los del Zapopán, que parecieron dificilísimos. Una faena bullidora, esforzada, algún apunte formal. Cinco pinchazos, un descabello. La ocasión la pintaron calva. Y pasó ese tren que en el toreo sólo pasa una vez. Se fueron los dos toros.
El Juli toreó los dos de lote con autoridad, ingenio y carácter.
El segundo de corrida, distraído en las salidas de suerte, tardó en fijarse y El Juli pareció estudiarlo mientras lo lidiaba sucintamente. Un gracioso quite por chicuelinas rematado con media y voladísima revolera. Y una faena resuelta con ochos muletazos de lazo que, en la apertura, dejaron al toro metido en el engaño. Y entonces El Juli anduvo a placer: un par de cambios de mano y, a la salida de los dos, El Juli encajado entre pitones para ligar en el sentido contrario. Con la mano izquierda el ritmo fue caliente.
Parecía la muleta el cebo de un anzuelo echado al hocico. Cuando se rindió el toro, péndulos. Tras los péndulos, dos muletazos de costadillo que dejaron cuadrado al toro y, enseguida, ¡zumba!, una estocada hasta las cintas. Dos orejas.
Calma
Más difícil fue la otra baza. Un hermoso toro aleonado, de ancha pechera. De salida, El Juli toreó por delantales pero trayéndose el toro a toques. Dos excelentes puyazos de Salvador Núñez. Al tercer muletazo, el toro perdió la pezuña. Un raro caso, porque, sin pezuña ni espolones, el toro se tuvo en pie. Lo sostuvo con paciencia y tienta El Juli.
Se oyó el «¡mátalo!», porque parecía que el toro no podría. Pudieron los dos: el toro y El Juli, que con la mano reclamó calma y, luego, puso la calma él. Para sacar del toro su estilo. Medida al milímetro, sin un solo tirón, la faena fue de relevante mérito profesional. Con la izquierda, una tanda soberbia. Una estocada al salto trasera y atravesada. Y un descabello en dos tiempos. A hombros El Juli, que no ha faltado a la Pascua de Arles nunca en doce años de alternativa.
Ninguno de los dos toros de Castella salió propicio. El tercero, resentido de los efectos de un espectacular volatín en perpendicular, cortó por la mano izquierda y se acostó por ella. Rebrincado, acabó cabeceando sin fuerza.
Castella abrió con una tanda buena en redondo, no se decidió a ser breve, que era lo que convenía, y se perdió por largo el hilo del asunto. Una estocada caída.
El quinto tuvo buen aire. Volvía contrario. Parecía hermano del de la alternativa de Leal. Castella le pegó muchos capotazos de brega y amarre, le hizo un notable quite por chicuelinas de aire mexicano. Al toro no le gustó tener a Castella tan encima como lo tuvo demasiado pronto y demasiado tiempo. La faena, muy de tapar al toro, se hizo reiterativa.
Firme el torero de Béziers, que aguantó incólume dos cogidas sin consecuencias. Pero estaba malhumorado. Como si ésta de Arles le pareciera una batalla perdida. «No la guerra», dijo De Gaulle en 1940 desde Londres.