Woody Allen ofrece en Roma su mejor terapia con un viaje a las raíces del jazz
Al concierto asisten casi 3.000 espectadores curiosos por ver de cerca cómo el genio de Manhattan saborea el timbre de su clarinete
ROMAActualizado:Woody Allen ha cerrado en Roma su gira europea junto a la New Orleans Jazz Band y ha demostrado que la música es su terapia más efectiva, con un recital que viajó a las raíces del jazz y distendió al público como en la mejor sesión de psicoanálisis. El cineasta tocó por primera vez en el auditorio de Roma con un lleno absoluto, casi 3.000 espectadores curiosos por ver de cerca cómo el genio de Manhattan saborea el timbre de su clarinete, su gran pasión.
Y es que Woody sólo faltó a su cita de los lunes en el café Carlyle de Madison Avenue, en Nueva York, cuando tuvo que viajar a Los Angeles para recoger su último Oscar, lo que demuestra que su faceta como músico va más allá del hobby y es casi una terapia necesaria para apaciguar sus neurosis. Así lo evidenció nada más saltar al escenario con su habitual pose cabizbaja, tímido y escondido tras sus gafas de pasta, clarinete en mano y sin imponerse al resto de miembros del grupo, que tomaron posiciones para protagonizar un espectáculo más parecido a una 'jam session' informal que a un concierto multitudinario.
"Nos encanta tocar, lo hacemos sólo para divertirnos y estamos impresionados de que alguien quiera venir a vernos. Simplemente vamos a tocar algo de la música que se hizo popular hace unos años en Nueva Orleans, así que relájense y disfruten", ha sugerido Allen. Además de la banda de Woody Allen, la New Orleans es un grupo de amigos que goza la improvisación del jazz, con solos libres y sin miedo a poner voz a las piezas más míticas.
El cineasta no ha cantado, pero ha bailado
Greg Cohen (bajo), John Gill (batería), Jerry Zigmont (trombón), Conal Fowkes (piano) y Simon Wettenhall (trompeta) se atrevieron a dejar a un lado sus instrumentos para dar voz a las deliciosas Should I o Basin street blues, un homenaje a los inolvidables Frank Sinatra y Louis Amstrong. Woody Allen no cantó, pero hizo de maestro de ceremonias junto al líder indiscutible de la banda, Eddy Davis, músico consagrado que ha colaborado con grandes como Tom Waits o Benny Goodman y que sin soltar su banjo mantuvo una apacible sonrisa durante todo el concierto, mientras pensaba en cuál iba a ser la próxima canción.
Davis levantó también alguna carcajada entre el público cuando la mirada escéptica de Allen respondía a los gestos aprobatorios del líder, después de protagonizar sus solos de clarinete, sin dejar de zapatear sobre el escenario y bailando con los pies como todo buen amante del jazz. Allen reconoce que se apoya en su banda y que nunca ha sido capaz de leer una partitura, pero anoche demostró que a sus 74 años siente los compases del jazz como cuando a los trece empuñó por primera vez un saxofón, que cambiaría por el clarinete admirado por Sidney Bechet y George Lewis.
Y ese sello lo tienen todas sus películas, de las que Allen ha compuesto algunos temas, como en El dormilón (1973), y en las que el humor, el sarcasmo y la melancolía de los diálogos se acompañan con composiciones de Duke Ellington, Bob Crosby o Billy Holiday. El público se rindió ante el piano de Conal Fowkes, que evocó a Fats Waller y sedujo con el delicioso solo de By the light of the silvery moon, también para la contemplación de sus compañeros.