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Obama conoce la guerra
El presidente de EE UU visita por primera vez AfganistánEl dirigente exigió a Karzai que intensifique su lucha anticorrupción y alentó a las tropas ante una nueva ofensiva
Actualizado: GuardarFueron pocas horas, el tiempo justo para reunirse con el presidente Hamid Karzai y alentar al contingente estadounidense. Barack Obama culminó una semana marcada por su éxito en la batalla doméstica con la reforma sanitaria con un viaje por sorpresa a Afganistán, «una guerra necesaria», tal y como la ha definido desde su llegada a la Casa Blanca, pero cada vez menos popular entre sus votantes. Una guerra en la que el mandatario demócrata recordó personalmente a su homólogo afgano la necesidad de luchar contra la corrupción y arengó a sus hombres a hacer un último esfuerzo para vencer a la insurgencia a las puertas de una nueva gran ofensiva para intentar controlar la provincia de Kandahar. Por eso no ahorró elogios a los soldados que combaten en un territorio tan hostil.
El Air Force One aterrizó en la base de Bagram, donde esperaban el general Stanley McChrystal, jefe de las fuerzas internacionales desplegadas en Afganistán, y el embajador norteamericano Karl Eikenberry. Desde allí, Obama se desplazó en helicóptero hasta Kabul para encontrarse con Karzai y ofrecer una rueda de prensa conjunta. «Los ciudadanos americanos están muy orgullosos de los progresos conseguidos», aseguró el inquilino de la Casa Blanca, que también se refirió al gran trabajo que queda por hacer en la lucha contra la corrupción y la política de reintegración nacional en la que se encuentra inmerso el país centroasiático.
El dirigente afgano, por su parte, defendió su gestión en estos primeros meses de su segundo mandato y accedió a viajar a Washington el próximo 12 de mayo para seguir discutiendo la situación del país que gobierna. Señaló que había sido una «buena conversación», al tiempo que agradeció la ayuda estadounidense «para reconstruir y restablecer las instituciones en Afganistán».
Última oportunidad
A Obama le acompañaban su asesor político, David Axelrod, y el Consejero de Seguridad Nacional, James Jones, que declaró a los medios que el objetivo del viaje era «hacer entender a Karzai que en su segundo mandato hay ciertas cosas a las que no han prestado atención, casi desde el primer día», y exigió una verdadera « lucha contra la corrupción y contra los narcotraficantes, que son una fuente económica para los insurgentes».
La polémica victoria en las urnas de Karzai el pasado noviembre encendió todas las alarmas después de un fallido proceso electoral marcado por el fraude y la abstención. La comunidad internacional se enfrentaba a su mayor reto y tenía que apoyarse en un dirigente sin apenas credibilidad tras el amaño de los comicios. A Obama, sin embargo, no le tembló el pulso a la hora de ratificar su apuesta por Afganistán y autorizar un despliegue de 30.000 nuevos soldados.
El refuerzo del contingente, eso sí, llegó con la condición del plazo de dieciocho meses que ofreció la Casa Blanca para iniciar el repliegue de sus tropas. Año y medio de ultimátum para Karzai y los suyos, año y medio para intentar terminar de formar a las fuerzas nacionales y transferir la responsabilidad que ahora está en manos de la OTAN.
El presidente afroamericano viajó hace un año a Irak para ser testigo del inicio de la salida de las tropas tras la firma del acuerdo de seguridad (Sofa) con el gobierno local. Ayer lo hizo por primera vez a Afganistán -en 2008 realizó una visita a Kabul siendo senador- cuando la OTAN se dispone a lanzar una nueva ofensiva en el sur para acabar con la insurgencia en la provincia de Kandahar.
Una ofensiva que recogerá el testigo de la desarrollada en Helmand el mes pasado y en la que los marines llevaron el peso de las operaciones de combate. Como ya ocurriera en la ofensiva 'Moshtarak' -que en dari significa 'juntos' y que hace alusión a la presencia de soldados afganos entre los 15.000 militares que actúan sobre el terreno-, los mandos de la coalición llevan semanas avisando sobre esta nueva ola de ataques para prevenir a la población local.