Fernando Alonso arriesgó en la primera curva tras una mala salida y sufrió un toque que provocó que su monoplaza quedara en dirección contraria a la carrera. :: AFP
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Button corona un frenesí fantástico

Espectacular carrera y remontada de Alonso, último en la primera vuelta y cuarto en la bajada de la bandera a cuadros

MELBOURNE. Actualizado: Guardar
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Otra vez la lluvia. El placer del agua descarga como una bendición sobre la Fórmula 1. Tal vez no sea el invitado que esperan los tradicionalistas y antiguos consumidores de este deporte. Mucho menos el elemento de distorsión que carcome las inversiones de las grandes marcas del automóvil. Y, con lógica de su parte, tampoco gusta a los pilotos profesionales, que se juegan el bigote en un ejercicio de riesgo. Pero existe un veredicto inapelable, el de la audiencia, que busca diversión y, a ser posible, que ganen los suyos, cuando, como ayer, madruga con el alba para enchufar la tele. El Gran Premio de Australia deparó un baile divertidísimo, una carrera alucinante que concluyó con la reivindicación de Button como ganador y un espectáculo sin par de Alonso, que iba último en la primera vuelta y acabó cuarto.

Al fin y al cabo, eso es el respeto por el espectador. A la gente le cuesta esfuerzo, días de vacaciones y un buen bocado a su cuenta corriente acudir a la Fórmula 1. La parroquia que se conecta a la televisión, la radio o internet, tiene fácil la elección si sobrevienen los bostezos. El pulgar o el dedo índice para cambiar de canal, sintonía o página web. Ese es el elemento que sostiene cualquier tinglado deportivo, los aficionados. Y en la Fórmula 1, Bernie Ecclestone tiene claras sus prioridades: primero, su bolsillo, lo que nunca reconoce; y segundo, el público, en su pretensión porque se divierta.

Todo lo que sucedió ayer en Australia procuró entretenimiento. La carrera se hizo corta. Afloraron las emociones. El público se posicionó a favor de unos y otros en función de las calamidades o éxitos que cada piloto iba cosechando. No sólo se trata de que gane Alonso, De la Rosa consiga puntos, Alguersuari dé un salto hacia delante o terminen los Hispania en un mundo de total subjetividad patriótica. El deporte no es sólo eso.

Alonso salió mal y remendó el desastre que sobre él se cernía después de chocar con Button. Atravesó último la primera vuelta y catorce giros más adelante había escalado catorce posiciones en una exhibición portentosa que incluyó ocho adelantamientos. Una barbaridad para alguien que sigue ejerciendo su profesión desde la determinación. Alonso no sabe competir sin pelear, y así será hasta el día de su retirada. Cuando llegó hasta Hamilton, su progresión se frenó porque entraron en juego otras valoraciones. Había aterrizado en la mesa de los grandes.

Para entonces, McLaren utilizó todos sus resortes de predicción meteorológica para arriesgar con el cambio de neumáticos de Button -la lluvia cedía y el campeón del mundo montó gomas de seco-. Y por ahí empezó a ganar la carrera. Button rebajó los tiempos de todos un par de segundos y se frotó las manos pensando en la ventaja que iba a adquirir.

Duelos por todas partes

La carrera fue estupenda. Había duelos por todas partes. Schumacher, tratando de pasar a Alguersuari. Webber y Massa, a brazo partido. Kubica, defendiéndose de las dentelladas. Un frenesí que se calculó a mitad de carrera a partir de la degradación de los neumáticos en un circuito que la teoría cataloga como 'difícil para adelantar'. Vettel, que iba líder y parecía de paseo, volvió a sufrir con el Red Bull, el coche más rápido. Se averió un freno y regaló la victoria al salirse de la pista a falta de más de media carrera para la conclusión.

Hamilton remontó como un poseso y su adelantamiento a Rosberg fue escalofriante. Expresó en la pista su carácter aguerrido, desafiante, y desembocó en un excitante duelo con Fernando Alonso en el tramo final.

Hamilton llevaba ruedas limpias, recién calzadas y volaba en pista. Alonso ya administraba la longevidad de sus gomas en vista de que renunció a la pelea con Massa, su compañero un puesto por delante. Faltaba una vuelta y el ambiente electrizante se trasladó a 2007, cuando compartían camerino en McLaren. El inglés se lanzó con el cuchillo y el español respondió con fiereza. Imponente frenazo en la curva a derechas que intimidó a Hamilton y provocó el incidente. Webber, que venía lanzado, chocó con el británico y el orden no se invirtió. Alonso defendió su cuarta plaza, Button coronó la victoria con serenidad y Massa subió al podio, tercero, aunque no demostró más velocidad que el español.