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Rafael Manzano Martos. :: LA VOZ
Sociedad

El arquitecto Rafael Manzano recibe el premio Richard Driehaus

El gaditano recogió ayer el galardón de la arquitectura clásica más prestigioso del mundo, dotado con 200.000 dólares

EFE
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Rafael Manzano Martos es un arquitecto español (Cádiz, 1936) «clásico», muy respetuoso con el pasado, para quien «es mejor cortarse las manos que destruir una herencia arquitectónica». Ayer recibió en Chicago el premio Richard H.Driehaus, el más prestigioso de arquitectura clásica del mundo.

Su carrera al frente de labores de recuperación y conservación de monumentos como los Reales Alcázares de Sevilla, la Mezquita de Córdoba, la ciudad de Medina Azahara o la Alhambra de Granada, y sus propios proyectos le han valido el reconocimiento del jurado a «su habilidad para aplicar los ideales clásicos a la arquitectura vernácula» y «para combinar numerosas influencias culturales», a «su respeto al pasado y su legado al futuro».

«En España está más de moda la modernidad, y el premio me lo han dado porque ya soy el único que hace estas cosas en España», comenta en charla telefónica con Efe este catedrático emérito de Arquitectura.

A sus 73 años, lleva más de medio siglo impartiendo clase, aunque dice encontrarse «un poco en solitario» en España, como «el último (alumno) del plan antiguo», y en el olvido de sus contemporáneos desde la muerte de maestros suyos como Gómez Moreno, Torres Balbás, Iñíguez Almech o Chueca Goitía, que fueron, dice, «los hombres más grandes que ha tenido este país».

El Premio Driehaus, que está dotado con 200.000 dólares (unos 147.000 euros), el doble que el Pritzker, y que otorga la Universidad de Notre Dame (Indiana, EEUU), le llega a Manzano Martos en una época, afirma, en la que «todo es válido» y «la gente se ha lanzado de cabeza a la modernidad, sin el menor sentido crítico».

De ahí que este defensor de «la perfección de equilibrio entre el todo y las partes», es decir de la armonía en las «ciudades herederas» o ciudades monumentales clásicas, se lamente de la ausencia de belleza en esos espacios urbanos cuando ciertas edificaciones de estilo moderno son mal integradas. Esa desarmonía, explica, genera un coste, que es «la destrucción del pasado, la destrucción de la gran herencia arquitectónica y urbanística de Occidente», y, dice, «es mejor cortarse las manos que destruir una herencia».

Para Manzano Martos, «el clasicismo de hoy en día tiene que ser minimalista», pues «el lenguaje clásico hay que interpretarlo en cada momento y en cada siglo de una manera distinta».