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Morir en Andalucía

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El Parlamento andaluz ha aprobado por amplia mayoría la Ley de Derechos y Garantías de la Dignidad de la Persona en el proceso de la Muerte, rimbombante título para lo que no es más que la antesala de la eutanasia. Cualquier profesional de la medicina con un mínimo de principios éticos sabe que no se deben aplicar tratamientos onerosos y desproporcionados que conduzcan a un encarnizamiento terapéutico, que la doctrina de la Iglesia Católica tampoco acepta. En una fase terminal, cuando se han agotado todos los recursos de la medicina, hay que dejar que actúe la propia naturaleza humana y el médico debe limitarse a paliar el sufrimiento del enfermo, aplicando una sedación adecuada que puede acortar la vida, pero nunca con la intención de acabar con ella; eso no es eutanasia. Entonces, si ésta es la técnica que se aplica actualmente ¿Qué objeto tiene esta ley? Me recuerda lo ocurrido en el hospital de Leganés donde enfermos, que habían ingresado en urgencias pero no se encontraban en fase terminal, fueron sedados mortalmente y, ante el revuelo que se armó, el médico que practicó las sedaciones recibió el apoyo y el aplauso unánime de la izquierda. Aquello sí fue eutanasia y eso es lo que muchos tememos, que esta ley contenga «gato encerrado» y persiga fines menos dignos que lo que expresa su pomposo título, máxime sabiendo de donde procede. Los que llevan treinta años en la poltrona del poder en Andalucía, en lugar de tanto preocuparse por la dignidad de la muerte de los andaluces, bien podían haber centrado sus esfuerzos en sacarnos del subdesarrollo económico y del furgón de cola de España y de Europa y procurar una vida digna para esa cuarta parte de familias andaluzas que viven por debajo del umbral de la pobreza.

Antonio Ruiz Cabello