Es noticia:
ABCABC de SevillaLa Voz de CádizCádiz
BUENO POR CONOCER

Hay quien dice

ANTONIO ARES CAMERINO
Actualizado:

Concluidos los fastos en conmemoración de Don Carnal, y metidos de lleno en la religiosidad y en el purgar de nuestros pecados de Doña Cuaresma, no está de más que, con música de El Brujo, reivindiquemos uno de los problemas más acuciantes de nuestra ciudad. «Hay quien dice que Cádiz no tiene suelo ni terrenos 'pa' construir como otras capitales, pero que vengan muchos y se den cuenta de cómo están nuestros solares».

Pocas ciudades como Cádiz sufren de manera tan acuciante su carácter de insularidad. El poco suelo que tenemos, resultado de tortuosos trámites entre las diferentes Administraciones, se encuentra pendiente de alguna modificación del Plan de Ordenación Urbana, de algún litigio con tufillo de revanchismo político, o de que vengan mejores tiempos para poder acometer las obras.

Proyectos que vieron su oportunidad de ejecución al amparo de la conmemoración del Bicentenario sucumben ante la situación crítica en las que se encuentran las arcas de las Administraciones.

Recurriendo a las hemerotecas podemos comprobar la relatividad del tiempo. La eternidad que transcurre desde que una idea se plasma en un proyecto hasta que éste se ejecuta. La Plaza de Sevilla, la Ciudad de la Justicia, el Museo del Carnaval, la ampliación del Hotel Atlántico, el hotel del edificio Valcárcel, los antiguos depósitos de tabaco, el nuevo Hospital Puerta del Mar, el solar de Radio Juventud, el antiguo Pabellón Fernando Portillo, sirven de ejemplo para corroborar que, a pesar de ser una isla y de tener el metro cuadrado de suelo de los más caros de Andalucía, Cádiz tiene suelo disponible.

Las únicas obras que parecen que se ejecutan con celeridad son las de los aparcamientos subterráneos. Como infraestructuras para una ciudad son necesarios, pero como prioritarios pueden ser cuestionados.

Una ciudad como la nuestra, hecha a la medida de la persona, debería anteponer todo lo relacionado con su desarrollo armónico antes de convertirse en lo que nunca podrá ser, un lugar de tránsito.