Gallardo honró su apellido
Magnífico pregón en el Villamarta a siete días del Domingo de Ramos; El pregonero recorrió en verso la totalidad de las cofradías en un teatro que presentó un aspecto inmejorable
JEREZ Actualizado: GuardarLevantó la mañana caprichosa, con las nubes jugando en el cielo que cubría el Teatro Villamarta, que como cada año, presentaba un aspecto inmejorable más de media hora antes de comenzar el pregón de la Semana Santa del 2010. Y comenzó tarde el pregón, unos cinco minutos, y con algunas lagunas en el patio de butacas que se fueron solucionando una vez que la Banda Municipal de Música abrió el fuego con Reina del Angostillo, la marcha compuesta por el genial guitarrista jerezano, Moraíto. Sonó como viene sonando últimamente la Banda Municipal de Música, dirigida por Francisco Orellana, en clara mejoría tras unos años de letargo. Y así volvió a sonar el Himno de la Semana Santa, que incluso despertó, quién lo diría hace unos años, los olés y aplausos del público presente en el Villamarta. Y una vez abierto el telón, el descubrimiento de los detalles, de los colores. La túnica del Prendimiento, los candelabros de cola de la Soledad, la Vela y la Cruz del Cristo, y las mejores marchas de la Semana Santa, engarzadas unas con otras, que volvieron a poner en pie al Teatro Villamarta, que asistía incrédulo al prólogo más brillante y original que ha tenido un pregón en la historia reciente de la pregonería.
Su hijo, Antonio Gallardo Monge, fue el encargado de presentar al pregonero, antes la atenta mirada de una presidencia compuesta por el prelado de la ciudad, José Mazuelos, la alcaldesa, Pilar Sánchez, y el presidente de la Unión de Hermandades, Manuel Muñoz Natera. El presentador se esmeró con seriedad y criterio en ofrecer las bondades del pregonero de la Semana Santa, desde su infancia rodeada de grandes artistas o su especial vinculación a las cofradías de la ciudad. Y se lució al final de su presentación, donde salió el duende de los Gallardo, ese que no se puede comprar, ese que se lleva impreso en los genes. Dándole la mano a su padre, le invitó a pregonar la Semana Santa de Jerez.
Y vaya si lo hizo. Porque Gallardo entendió a Jerez, y Jerez esperaba a José Gallardo. Comenzó acordándose de la Patrona de la ciudad, y siempre con el gusto y gitanería que quiso impregnar a su pregón, olvidándose de los corsés y las ataduras, simpático en la prosa, amable, cercano. Y ordenado, porque el pregonero quiso recurrir a la tradicional fórmula que aglutina todas las cofradías de la Semana Santa gracias al orden cronológico de paso por la Carrera Oficial. Así empezó con la Humildad y Paciencia y la Paz de Fátima, en un claro guiño a las cofradías que están comenzando su andadura en nuestra diócesis. Pero el duende, el compromiso con la ciudad, la palabra valiente, llegó gracias al Perdón, y a su actual situación de éxodo en la Catedral por las inundaciones en la Ermita de Guía, a la que el pregonero tildó como Tierra Prometida para una hermandad que debe mirarse en el ejemplo de Moisés, que literalmente significa salvado de las aguas.
Así fueron pasando los versos, las décimas, los sonetos. La poesía más rica de la mano de un Gallardo que volvió a jugar con lo divino y lo mágico cuando se acercó hasta la plaza de San Marcos, para recordar la figura de su eterno párroco, de quien dijo «ilumíname el camino, padre Carlos desde el cielo, que desde que tú te has ido, ando más sordo y más ciego». Unos versos de gran belleza y sentimiento, una manera única de acordarse de quien tanto hizo por nuestra ciudad. Un pellizco en el alma que culminó pidiendo que el nombre de la titular de la cofradía de San Marcos, la Paz, se haga en la tierra.
Por orden cronológico
El compromiso del pregonero por cumplir con todas las cofradías seguía latente, puesto que no hubo una hermandad a la que no dedicara unos versos, un cariño. Especial hincapié hizo con las hermandades nuevas, las que luchan cada día por cumplir sus sueños, las que están naciendo, luchando y peleando por la fe cristiana. Con un pregón serio y comprometido en lo social, destacó su especial conocimiento de las vicisitudes por las que han pasado las cofradías, lo que se pudo comprobar cuando comparó el rayo que quebró las ilusiones de la hermandad del Amor con el incendio que sufrió la hermandad del Cachorro en 1973.
Y con el Miércoles Santo llegaba el momento álgido del pregón, el que todos sabían que sería el momento de Gallardo. Y el pregonero cumplió con las expectativas, sobrado además. Versos largos, sentidos, a las Tres Caídas, al Consuelo y a su barrio del Pelirón, al Soberano Poder y a sus kilómetros de recorrido, a Santa Marta. A la Amargura, a la que abrió el corazón de sus depresiones y tormentos, para decirle al final que «tengo un jardín andaluz donde riego en mi desvelo, flores de pasión y cruz, pero la que yo prefiero, la que tiene más virtud, la flor azul del romero, esa, Amargura, eres Tú».
Y al Prendimiento. Siempre el Prendimiento. Con unos versos al Desamparo de tronío, y un bulería hecha rima al Prendimiento sobrecogedora, al que le dijo «¡Por Santiago viene el aire oliendo a clavo y canela.! ¡Hoy ha puesto el Prendimiento por las esquinas banderas.! Por eso tu pueblo entero al verte se pone en pie, gritando a los cuatro vientos sin poderse contener: ¡Prendimiento, Prendimiento! ¡Al compás de mi Jerez!».
Pasaba ya más de hora y media de pregón cuando el pregonero afrontó las cofradías del Jueves Santo, y se acordó de la figura del padre Luis Bellido, recordado siempre como el padre Bicicleta por la brevedad de sus homilías, justo antes de romper de nuevo el Villamarta con unos versos a la Virgen del Mayor Dolor, a los que el público se entregó sin contemplaciones. «No sé explicarlo mejor. Aquel que quiera enterarse a qué sabe el sacrificio o cómo llora una flor, pásese por San Dionisio, y vea al Mayor Dolor.». Cómodo, apasionado, el pregonero habló de las cofradías de la Madrugá, entrelazando recuerdos y vivencias personales, y dejó salir de nuevo la pasión y los duendes flamencos con los versos que le dedicó a Jesús Nazareno, que fueron interrumpidos en repetidas ocasiones por el público del Villamarta.
Cerca de dos horas de pregón, y el Viernes Santo apenas había comenzado. Y el público, expectante, ni se movía de los incómodos asientos del Villamarta. Hechizados con la voz aterciopelada del pregonero, esperaban impacientes los versos que debían llegar al Valle y al Cristo. Y en la nueva apuesta, el pregonero volvió a resultar ganador y por goleada. Un recuerdo emocionado a la Paquera, y unos versos altaneros al Cristo de la Expiración, terminaron de fundir a público y pregonero en un emocionado y simbólico abrazo.
Y con una reivindicación al Sábado Santo jerezano, y unos versos profundos, sentidos, inigualables a la Soledad, y más de dos horas después de comenzar, finalizó un pregón donde José Juan Gallardo fue honrado con su apellido. Y sincero con Jerez. Que lo esperó, lo acompañó y lo ovacionó, elevando el pregón a los altares de la pregonería jerezana. Un pregón gallardo. Un pregón que hizo honor a quien lo hizo. El pregón de José Gallardo Quirós.