El Fandi y Pinar se quedan sin premio en la corrida fallera de primavera
Se lidiaron seis jandillas bellos y bien armados, pero ninguno estuvo completo ni para el ganadero ni para el torero
| VALENCIA.Actualizado:Retinto, ancho y bien puesto, el primer jandilla se apagó enseguida. Rivera le bajó las manos en el saludo de capa, que tuvo su aquel y el remate de media a pies juntos muy garbosa. El Fandi quitó por chicuelinas golpeadas y una larga golpeada también. Por el viento. Rivera banderilleó por voluntad propia: dos cuarteos sencillos, con bonita salida, y un par al violín bien discurrido, con entrada y salida por el mismo pitón tras un cambio de terrenos de torero inteligente. Entre tablas y rayas una faena despegada, cautelosa y en corta distancia. A pies juntos, algún dibujo suelto. Estuvo aplomado el toro a los quince viajes. Un pinchazo hondo y tres descabellos.
El segundo, del hierro de Vegahermosa, echó las manos por delante y en un rebrinco dejó destocado a El Fandi. Un palotazo en la montera. Un desarme antes de ir el toro al caballo y, después, un volatín tan a pulso y de caída tan a plomo y tan tronchada que valió por un puyazo o dos. La perfidia reglamentista hizo al toro cobrar, sin embargo, una segunda vara.
Ya estaba el toro para el tinte. El Fandi pretendió dejar banderillear a sus peones. No consintió la gente. Los tres pares obligados. Y la paradita con el imperativo índice de la mano derecha de El Fandi. Poderes. Fundido, venido abajo, escarbó el toro. Abrevió Fandila. Una estocada sin soltar y un descabello. Justo antes de soltarse el segundo toro se cumplió en silencio el gran rito equinoccial de marzo. Entró la primavera a las cinco y veinte.
Castaño chorreado, el tercero, un Cronista buen mozo, semienterró pitones. Enterró sólo uno, pero el mismo y dos veces.
Escarbó un poquito. Los entierros y dos varas dejaron ese tercero algo más vivo que al segundo. Resistió, con todo, en la suave mano de Rubén Pinar. Tapado siempre, en muletazos por tanto inacabados, el toro se dejó traer y llevar. Estuvo a punto de echarse. Lo tuvo en pie alguna fuerza última. La casta, seguramente. Era sábado; público fallero a tope; se pidió música sin más dilación. El trasteo sanitario de Pinar fue subrayado por las notas juncales del temible Nerva y su no menos temible solo de trompeta. A toro parado, abanicos de Pinar, muy del gusto de la gente de sol, que era la inmensa mayoría. No silenciosa. Un pinchazo, una estocada corta y trasera. Pidieron la segunda oreja. El palco no atendió la reclamación. La segunda oreja es potestad del palco. Se enfadaron los paganos.
Rivera volvió a demostrar su soltura y temple con el capote en el saludo del cuarto. Media verónica de rodillas, una revolera de buen dibujo. Sin fuerza el toro, que acusaba las lluvias de invierno en Mérida, donde se crió. Tres pares de Rivera sencillos y seguros. Rodilla en tierra la apertura de faena y dejando venirse e irse al toro sin atacar. Una faena desigual después. Una tanda templada, otra no tanto. Un regalo para la masa: tres muletazos mirando al tendido. Una estocada ladeada, un descabello.
El sexto, el peor
El Fandi se dejó crudo el quinto, que apretó de salida y estuvo a punto de atropellarlo dos veces. Recursos, tablas de Fandila para virar de proa, chicuelinas en vez de verónicas de brazos dormidos, una remate de rodillas, un galleo y, sobre todas las cosas, cuatro pares de banderillas. Cuatro. De mérito mayor porque el toro arreó en oleada varias veces. De ninguna de las reuniones salió andando El Fandi. Pudo haberlo hecho. Las carreras encandilaron. Muy montada la muleta, apaisada, en línea con la figura encajada de frente: una faena de tomar en corto y tocar por fuera, porque, abierto de cuerna y astifino, el toro no cabía en el engaño así como así. Una estocada. Delirio popular. Se pidió la segunda oreja. No era para tanto.
El sexto, mazorcas gruesas y alambicadas, engatillado y serio, sacó genio y una punta de violencia. El de peor nota de la corrida. Trabajo interminable de Rubén Pinar bajo la lluvia. Demoledora la faena, que tuvo virtuoso arranqu y que parecía, le abría la puerta grande. Pero se atascó la espada.