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«Expreso abiertamente la vergüenza que sentimos todos», dice el Papa.
MUNDO

El Papa se rebela contra la pederastia

Las víctimas se sienten «decepcionadas» con la carta del Santo Padre, que limita la responsabilidad de la Iglesia irlandesaBenedicto XVI admite su «error» al desoír las denuncias en Irlanda y pide que actúen los tribunales

ÍÑIGO DOMÍNGUEZ CORRESPONSAL
ROMA.Actualizado:

El Vaticano divulgó ayer la esperada carta de Benedicto XVI a los fieles de Irlanda sobre el escándalo de la pedofilia, un texto de siete páginas severo con los culpables y con la jerarquía eclesiástica, pero que elude cuestiones cruciales de fondo. También anuncia el envío de una inspección, cuatro años después del inicio de la investigación de la comisión Murphy, creada por el Gobierno irlandés, que denunció los obstáculos del Vaticano a su trabajo y cuyo demoledor informe final, de 720 páginas, ha destapado el escándalo. Habla de 320 niños víctimas de 46 curas desde 1975 y un ambiente general de encubrimiento, con simples traslados de los acusados.

Con todo, para la Iglesia la carta supone un gran paso, pues es el primer documento de un Papa de tan delicado asunto y hace autocrítica. Para las víctimas llega tarde y se queda corto, y lo peor de todo es que es lo que esperaban. Además, señalan, no pide perdón. Al estilo vaticano, la Santa Sede espera que, sin ser la carta del todo explícita, se considere la sustancia del mensaje. La labor de su portavoz, Federico Lombardi, fue precisamente explicar con más claridad el texto. Pidió que no se caiga en la «infravaloración» de la carta y se tenga en cuenta su honestidad. El principal avance es que el Vaticano admite los errores de la Iglesia irlandesa al afrontar las denuncias. Ratzinger habla de una respuesta «a menudo inadecuada», con «graves errores de juicio y fallos de gobierno» y de «una preocupación fuera de lugar por el buen nombre de la Iglesia», una frase notable. Entre las causas del problema incluye los «procedimientos inadecuados» de admisión y la «insuficiente formación» de los seminarios, así como «la tendencia de la sociedad a favorecer al clero y otras figuras de autoridad», otra de las afirmaciones más audaces. El Papa vuelve a pedir cooperación con las autoridades y es implacable con los sacerdotes culpables: «Debéis responder de ello ante Dios Todopoderoso y ante los tribunales».

Decepción

La carta contiene frases fuertes y sentidas. El pontífice dice a las víctimas: «Es comprensible que os sea difícil perdonar o reconciliaros con la Iglesia. En su nombre, expreso abiertamente la vergüenza y el remordimiento que sentimos». Benedicto XVI llega a afirmar que el escándalo «ha oscurecido la luz del Evangelio como no lo habían hecho siglos de persecución». El Papa también se dirige a los religiosos, «decepcionados y encolerizados» con sus superiores.

Luego llegan los peros. En realidad, Benedicto XVI limita los errores a la Iglesia de Irlanda y deja fuera las posibles responsabilidades del Vaticano y de sus reglas, pues tanto en el documento 'Crimen sollicitationis', de 1962, como en 'De delictis gravioribus', que lo perfeccionó en 2001, se establecían procesos sobre los casos de pedofilia sólo a nivel interno y bajo secreto pontificio. La primera denuncia de un obispo a la Policía en Irlanda sólo llegó en 1995. En resumen, el Papa niega una culpa general de fondo. De hecho, la carta se centra en Irlanda y no se citan los actuales casos de Alemania, Holanda, Austria y, esta misma semana, España. Ratzinger no quiere hacer ver la pedofilia como un mal endémico en la Iglesia, sino puntual y coyuntural.

Del mismo modo, la censura a los obispos culpables por no haber actuado contra los curas pederastas se limita a la falta de aplicación de las leyes canónicas. Elude el silencio y la omisión de denuncia a las autoridades, la clave del escándalo. «No se puede negar que algunos de vosotros habéis fracasado a la hora de aplicar las normas, codificadas desde hace largo tiempo, del derecho canónico sobre los delitos de abusos de niños», dice a los obispos. Este enfoque se repite en varios pasajes. «Seguid cooperando con las autoridades», insta a los prelados, pero se refiere al presente, una vez estallado el escándalo. Sobre este aspecto, Lombardi explicó que no hay indicaciones «de carácter jurídico o técnico» porque es un documento pastoral, pero del que se deduce cómo la línea a seguir ahora es la denuncia a las autoridades.

Otro aspecto polémico es que Ratzinger insistió en otra de línea de defensa conocida: la culpa es de la modernidad. El Papa dedica cuatro párrafos a exaltar las virtudes del pueblo católico de Irlanda durante siglos, hasta que «en las últimas décadas» ha perdido sus valores por los cambios sociales. Y continúa de la siguiente manera: «El programa de renovación propuesto por el Concilio Vaticano II fue a veces mal entendido y, además, a la luz de los profundos cambios sociales, no era nada fácil discernir la mejor manera de realizarlo. En particular, hubo una tendencia, motivada por buenas intenciones, pero equivocada, de evitar los enfoques penales de las situaciones canónicamente irregulares». Es la única mención, de pasada, a la omisión de denuncia y, de forma asombrosa, Ratzinger lo vincula al Concilio. Como era de prever, las asociaciones de víctimas de Irlanda se mostraron « decepcionadas» y resaltaron varias de las lagunas de la misiva.