Toda una vida entregada a la medicina
Aunque nació en Santander su carrera como galeno se ha desarrollado en la ciudad, alcanzando un gran prestigioEl doctor José María Ibáñez se ha ganado la admiración y el cariño de los jerezanos
JEREZ. Actualizado: GuardarContinuando con el abecedario, recalamos esta semana en la 'I' latina, la que con el doctor Ibáñez daremos comienzo a varios apellidos jerezanos de cabal trayectoria, los que por su carrera, conducta o proceder son dignos de aparecer en esta doble página en la que describiremos sus vidas, sus obras, sus méritos.
Durante las indagaciones para el relato de algunos de estos apellidos jerezanos y personas a las que hemos creído merecedoras de ser destacadas, nos topamos con personalidades que han conducido sus vidas con humildad y sencillez, sin presunciones ni alharacas, las que por el respeto que nos merecen tratamos en consonancia.
Tal es el caso del doctor José María Ibáñez, popular y reconocido profesional de la medicina jerezana quien por su 'ojo clínico', especial forma de tratar a sus pacientes y de llevar a cabo cada anamnesis, se ha ganado la confianza y el cariño de un ingente colectivo que lo tienen como médico de cabecera.
Nació José María Ibáñez en la provincia de Santander en un pueblito llamado Treceño, municipio de Valdáliga, el 13 de julio de 1930. Primero de cuatro hermanos, realizó los estudios primarios en un colegio de monjas de Cabezón de la Sal. Apenas cumplió los 10 años su padre que era comerciante se trasladó a Cádiz con toda su familia, ingresando José María en el colegio de los Marianistas donde hizo el bachillerato. Terminado este, se matriculó en la Facultad de Medicina de Cádiz en la que estudió la carrera de Medicina, la que acabó con brillantez, para posteriormente especializarse en Pediatría y Medicina Interna; preparando más tarde sus Tesis Doctoral bajo la atenta mirada del profesor Perfecto González Jalón.
Una vez doctorado, se trasladó José María a Jerez, para en nuestra ciudad llevar a la práctica su carrera, haciéndolo en el antiguo Hospital del 18 de Julio, que estaba situado en la plaza del Arenal, hoy edificio de los sindicatos. A los pocos años obtuvo una plaza en el Instituto Nacional de Previsión, que es como se denominaba lo que actualmente es el Servicio Andaluz de la Salud (SAS). Corría la década de los 60 del siglo pasado cuando decidió abrir consulta particular en su domicilio de la calle Porvenir 42, próximo a la calle Pañuelo de la Yedra y a los aledaños de la Plazuela, por lo que el Doctor Ibáñez ha atendido y conoce a la mayoría del colectivo flamenco de este barrio; no habiendo familia que por una u otra razón de tipo sanitario no haya pasado por su consulta; por la que ha discurrido y atendido a medio Jerez. Como decíamos, hombre de extrema sencillez y celoso de su intimidad, su dedicación y amor a la medicina le ha granjeado un reconocimiento y popularidad inusitada; si a esto le sumamos su desprendimiento y generosidad para con sus pacientes, nos encontramos con un doctor, no solamente excelente perito en medicina, sino con una persona poco común, ya que, a las extraordinarias capacidades profesionales, suma virtudes éticas, morales, religiosas.
Sencillez
Soy consciente del desencuentro que estas torpes líneas han de tener con nuestro galeno, porque sé lo contrario que José María es a este tipo de manifestaciones y reconocimientos, que él abiertamente desdeña por considerarlos presunción y gola y por consiguiente, fuera de la línea por la que conduce su vida; la misma que sin el querer, le ha llevado a ser una persona muy querida y valorada a todos los niveles y estratos sociales, donde apenas se le nombra la gente se deshace en elogios hacia su figura. Debido a ello el personaje ha superado a la persona, haciendo que, debido a su popularidad, el pueblo lo haya hecho suyo, por lo que será inevitable y ni él mismo podrá impedir que todas aquellas personas que lo admiran y quieren comenten y ensalcen su profesionalidad y virtudes, y como en el caso del que esto escribe, me sume a todos ellos publicando en esta página de LA VOZ, una parte de su vida ya que la totalidad sería imposible.
Aunque como buen santanderino es nostálgico amante de la montaña; debido a que la mayor parte de su vida ha transcurrido en nuestra ciudad, ejercido y llevado a cabo su magisterio, creado una familia. su corazón ha echado raíces en Jerez, siendo por lo tanto un extraordinario conocedor de nuestra idiosincrasia, cultura y tradiciones; buen taurino y amante del arte flamenco, aficiones éstas desconocidas en su persona.
Investigador sin descanso
Cuando por sus muchos merecimientos y valores tomamos la decisión de adentrarnos en el personaje para describir su vida profesional, nos dimos cuenta que no existían diferencias entre ellas, ya que ambas forman un todo estando estrechamente relacionadas. Amigos, pacientes, colegas y profesionales de la medicina coinciden en afirmar que es una excelente persona y un extraordinario profesional, quien por la cercanía con la que ejerce la medicina es mitad médico, mitad amigo de sus pacientes. Por esta peculiar forma de «escuchar» a sus enfermos, todos sus colegas y compañeros que empezaron con él, pronosticaron que sería un gran profesional y como consecuencia, el futuro 'Médico de Jerez'.
La mayoría de ellos - ya todos jubilados- se admiran de su enorme vocación y salud física, la que le permite estar todavía en activo, con lo que ello conlleva de tener que estudiar para mantenerse al corriente de los últimos avances de la medicina, y resultados de recientes investigaciones; cuestión ésta que ya llevaba a cabo en su juventud cuando aprovechaba las noches de guardias para el estudio. Al gran conocimiento que tiene de la bioquímica, se le suma su aguzado ojo clínico, sicología e intuición; cualidades éstas imprescindibles para el ejercicio de la medicina ambulatoria; a las que si añadimos su humana condición de anteponer el bien del paciente a su prestigio profesional, dan como resultado cualidades hipocráticas de gran valor deontológico. Sus pacientes coinciden también en que no es necesario acudir muchas veces a su consulta para percibir sus grandes conocimientos y capacidades de resolución diagnósticas, con las que transmite confianza y sosiego a sus enfermos, a las que si añadimos su empatía y desinterés crematístico hacen de él una persona de sumo atractivo profesional y humano.
Rigor profesional
¡Qué verdad es, que la historia de las personas las construye el tiempo! De nadie importante se escribe un solo renglón que merezca la pena, si éste no es suscrito por la opinión de sus coetáneos, amigos, colegas y paisanos, siendo al final el pueblo el que la rubrica. La del Doctor Ibáñez no es otra que una vida de trabajo -como él mismo dice- «Yo lo único que he hecho es trabajar» -como queriendo restar importancia a su docta labor y es precisamente ahí donde reside la admiración y atractivo: en la sencillez, afabilidad y rigor profesional de toda una vida volcado en la medicina y en sus pacientes, la que ya hace mucho tiempo que es reconocida.
Dotado de una gran capacidad intelectiva el Doctor Ibáñez guarda en el fino archivo de su memoria a la mayoría de sus pacientes, a los que se dirige por sus nombres y apellidos al volver a su consulta aún pasados los años.
Todos estos valores humanos y profesionales hacen de José María Ibáñez una persona de conducta y trayectoria ejemplar que difícilmente se puede encontrar en los tiempos que corren, al que consciente de su humildad rogamos no nos tome a mal el haberle incluido en esta serie de Mis familias preferidas porque así lo sentimos y consideramos.
José María Ibáñez está casado con la portuense Milagros Herrera Marrasé de cuyo matrimonio son fruto cuatro hijos: José María, Milagros, María Jesús y Julio. En la actualidad sigue disfrutando de la vida, de su profesión y de su familia, a la que ya se han sumado seis nietos jerezanos.