Julia Gertseva, en el papel de Julia, y Robert Dean Smith, en el de Tannhäuser, en un momento de la obra en la Scala de Milán. :: L. V.
Sociedad

La Scala abuchea a la Fura dels Baus

El grupo catalán, que se esperaba el escándalo, represento un 'Tannhäuser' excesivo sólo aplacado por la batuta de Mehta

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La Fura dels Baus con su 'Tannhäuser', de Richard Wagner, sobrevivió el pasado miércoles a la primera experiencia en la Scala de Milán, pues al menos el teatro no se vino abajo con los abucheos, como se podía temer en un marco tan severo, y cosecharon también aplausos de una parte del público que agradeció su esfuerzo de innovación.

No obstante, es difícil saber cuántos eran para premiar la otra mitad del espectáculo, un soberbio Zubin Mehta que se llevó la única ovación unánime. Se trataba de un reencuentro: Mehta no dirigía una ópera en la Scala desde 1978. Entre los intérpretes sólo se salvó de la quema la soprano Anja Harteros, en el papel de Elizabeth. Robert Dean Smith (Tannhäuser), Julia Gertseva (Venus) y Roman Trekel (Wolfram) tuvieron que afrontar sonoros abucheos, igual que la Fura cuando salió a escena.

Pero se lo podían esperar. Carlus Padrissa, uno de los fundadores del grupo catalán, artífice de este 'Tannhäuser' saturado de imágenes y centrado en el símbolo de una gran mano mecánica, lo daba por descontado. Los escándalos, de todos modos, para la Fura pueden ser medallas, aunque en esta 'prima' más que escándalo, pues en el Piermarini ya se ha visto de todo, había fastidio y, al cabo, desinterés. El montaje no conectó con la mayor parte del auditorio y eso convertía en un obstáculo el despliegue de artilugios durante cuatro horas y media. De este modo el bautismo de fuego milanés de la Fura, tras catorce años haciendo óperas con éxito, fue fallido. El binomio Mehta-Fura salió medio tocado.

La elección principal de Padrissa como eje escénico era esa mano gigante de diez metros, obra de Roland Olbeter, que va asumiendo distintos sentidos. Primero como destino, en la lectura de sus líneas, y lugar del monte de Venus, el Venusberg del primer acto, luego como árbol o, al final, el dedo acusador del Papa.

Al final se produjo una escena involuntariamente cómica. El público se giró a aplaudir el palco real, donde presidía la función la que bien podría ser la reina de Italia, Sophia Loren, acompañada de Giorgio Armani. La diva saludó y se escuchó una gran ovación. También debieron de oírla los artistas, y pensaron que se les reclamaba. Sin embargo, al salir se encontraron la sala de espaldas y descubrieron lo que ocurría. Hubo más risas.