Policías israelíes a pie y a caballo se emplean con contundencia para detener a varios palestinos durante los enfrentamientos de ayer en Jerusalén. :: AFP
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Israel colma la paciencia de Obama

Washington suspende el viaje de su enviado especial para Oriente Próximo, aunque lanza un mensaje conciliador a su tradicional aliado Hillary Clinton reconoce la existencia de «un vínculo inquebrantable» entre los dos países

JERUSALÉN. Actualizado: Guardar
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Estados Unidos emitió ayer señales contradictorias en relación a la crisis con Israel al anunciar por la mañana la suspensión de la visita a Jerusalén del enviado de Barack Obama para Oriente Próximo -cuyo inicio de viaje estaba programado para la noche del pasado lunes- y negar por la tarde que existan problemas en las relaciones bilaterales. La encargada del conciliador mensaje fue la secretaria de Estado, Hillary Clinton, que en una comparecencia pública subrayó en nombre de Washington el «compromiso absoluto con la seguridad de Israel» y reiteró la existencia de «un vínculo inquebrantable» entre los dos países.

A diferencia de esa efusividad, fue tibia su mención al conflicto desatado la semana pasada, después de que Tel Aviv anunciara un nuevo proyecto de expansión colonial que daba al traste con los intentos de reabrir las negociaciones de paz impulsados por la propia Administración norteamericana. «Nuestro objetivo es contar con el compromiso pleno de los israelíes y los palestinos (en ese proceso)», fue toda la declaración de la jefa de la diplomacia de la Casa Blanca, que añadió que ya se están produciendo contactos entre funcionarios norteamericanos y hebreos sobre los «pasos que demostrarán ese compromiso».

La ex primera dama -la misma que el sábado abroncó severamente por teléfono a Benyamin Netanyahu- pasaba por alto así el último desafío del mandatario judío lanzado sólo unas horas antes, cuando reiteró que Israel continuará con la edificación en los asentamientos, aun en contra de los deseos del Gobierno Obama.

Sin embargo, no hay conocimiento oficial de las intenciones del primer ministro hebreo en Washington o por lo menos se ha preferido hacer oídos sordos. De ahí que Clinton explicara ayer que la Administración demócrata está todavía a la espera de la respuesta a la lista de demandas que se ha hecho llegar a Tel Aviv para dar por reparado lo sucedido hace unos días.

Netanyahu tiene previsto viajar a Washington el próximo lunes como invitado del principal 'lobby' judío en Estados Unidos -Aipac-, y se espera que con ese motivo ofrezca ya una contestación convincente a las exigencias planteadas. Son tres: que se anule la decisión de construir 1.600 viviendas en Jerusalén Este anunciada durante la reciente visita del vicepresidente Joseph Biden, que haya un gesto que apuntale al presidente palestino, Mahmud Abbas, como podría ser una liberación de presos, y que Israel se avenga a negociar los asuntos cruciales del conflicto.

Arreglo improbable

A la luz del reto lanzado por Netanyahu -que sostiene que no frenará las obras en Jerusalén Oriental como no lo hicieron ninguno de sus antecesores, desde Menahem Begin a Ehud Olmert-, parece que el arreglo es más que improbable. No obstante, el diario 'Yedioth Ahronot' aseguraba que el dirigente israelí estaba esperando ayer la visita luego suspendida del mediador de Obama, George Mitchel, para mantener una «reunión de reconciliación», de cuya agenda nada trascendió.

Estados Unidos contiene la tensión con Israel, pero no sucede así con la que enfrenta en las calles de Jerusalén a la Policía judía con los palestinos. Medio centenar de heridos, en su mayoría de carácter leve, fue ayer el resultado de una jornada de choques que se registraban con el estancamiento del proceso de paz y el agigantamiento de la colonización como mar de fondo.

El anuncio de Israel realizado a principios de mes de que incluirá en su catálogo de patrimonio nacional las tumbas de Abraham y Raquel, ubicadas en territorio ocupado al este de la 'línea verde', ya había incendiado los ánimos días atrás. Junto a ello, la excusa última del estallido era esta vez la reapertura de una sinagoga en la ciudad vieja de Jerusalén, lo que desembocó en que Hamás declarara una día de ira.