Los integrantes de la banda americana de 'glam metal'. :: LA VOZ
Sociedad

Los trapos más sucios del rock

Una autobiografía revela los excesos y la capacidad de autodestrucción de la subversiva banda Mötley Crüe

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Si alguien pensaba en Kiss como la banda más desbarrada (y disparatada) habida nunca sobre un escenario o en Gun's Roses como la encarnación del lema 'sexo, drogas y rock'n roll', es mejor que lo olvide. Señoras y señores, con ustedes Mötley Crüe, el grupo más excesivo, excéntrico y autodestructivo de la historia del hard rock. Y contaminante, habida cuenta de sus cabelleras lacadas y del largo número de incendios de viviendas y habitaciones de hotel registrado en sus tres décadas de existencia.

'Los trapos sucios', la autobiografía de la banda angelina escrita por Neil Strauss con los testimonios personales de sus componentes -Vince Neil (vocalista), Tommy Lee (batería), Mick Mars (guitarra) y Nikki Sixx (bajo)-, deja claro que hasta Marilyn Manson empalidecería (más) ante el pasado de los inventores del concepto de glam rock en los años 80. La obra, publicada por la editorial Es Pop en España, llegó a las librerías el viernes en su tercera edición. Tiene una virtud, apta para mitómanos: 'The Dirt' salió en 2001 en EE UU, se colocó durante diez semanas en el 'top ten' y marcó el renacimiento de la banda al convertirse en una «guía imprescindible» de la legión roquera.

No resulta extraño que Hollywood planee ya la versión cinematográfica del libro, cuyo proceso pilla a los muy veteranos miembros de Mötley Crüe inmersos en la gira de 'Saint of Los Angeles', su último disco, que dura ya más de un año (tocaron en el Kobetasonic bilbaíno). Tampoco soprende que el tipo que reclamó los derechos de 'Los trapos sucios' para llevarlo al cine fuera nada menos que Gene Simmons, cabeza visible de Kiss. Hace casi dos décadas, Simmons despidió a Mötley Crüe de la gira 'Too fast for love' por su «mal comportamiento».

El libro compendia un reguero de recuerdos. Desde los rijosos comienzos en una inmunda vivienda angelina -«la moqueta, además de quemaduras de cigarrillo, estaba pringosa de sangre y alcohol (...). Si nos daba por usar el horno, antes había que dejarlo encendido al máximo diez minutos para matar a los regimientos de cucarachas», dice Vince- hasta el delirio alcohólico y anfetamínico del éxito -40 millones de discos vendidos- y el declive debido a una enorme capacidad autodestructiva. «Olvidamos lo que nos hacía ser Mötley Crüe: la colisión accidental de cuatro personalidades muy decididas, muy taradas y muy dispares».

Cierto. Basten dos ejemplos de tal fusión. «No tuvimos suerte en Suiza, después de la gira con Iron Maiden. Tommy y Vince se habían comprado una pistola de bengalas y se les ocurrió dispararla dentro de su habitación. Una bola gigante de fuego salió despedida, rebotando contra las paredes antes de aterrizar en el colchón de Tommy. A Vince y a él les hizo tanta gracia que salieron corriendo en busca de Doc para enseñarle la cama en llamas. Cuando regresaron, se dieron cuenta de que se habían dejado la llave dentro de la habitación».

El relato lo hace Nikki, quien en otro pasaje recuerda: «Me pasaba semanas encerrado en el armario con una jeringuilla, una guitarra y una pistola cargada. Y ninguno del grupo vino a visitarme. No puedo culparles: Vince había pasado tres semanas en la cárcel y la idea de visitarle no se me pasó por la cabeza ni una vez». Aunque si hay una escena definitiva sobre el universo Crüe -aparte de las cartas y juicios de valor que hace Tommy Lee sobre su matrimonio con Pamela Anderson-, es aquélla en que el legendario Ozzy Osbourne desafía a los reyes del glam a lamer del suelo sus propios orines (lo malo es que cumplen)... después de esnifar una hilera de hormigas vivas.