El Fandi y Manzanares empatan a una oreja con distintas armas y estilos
CASTELLÓN. Actualizado: GuardarLa cosa empezó con una larga cambiada de El Fandi de rodillas en tablas a un toro muy guapo de Algarra y terminó con otro todavía mejor hecho del mismo hierro de Algarra, y Cayetano pinchando sin pasar ni empujar. Fue bueno el primer toro; igual de bueno el último, que incluso galopó de salida. Pero les faltó poder. No voluntad. El segundo, codicioso, apretó de bravo en una vara, galopó en banderillas y se movió con ritmo. El primero se pegó una costalada en un quite acelerado de El Fandi por chicuelinas; el segundo se derrumbó de puro nervio antes de asentarse con el estilo que sacó luego; el tercero buscó las tablas pero sin llegar a rajarse ni dejar de ir y venir; el burraco salió bueno y también se pegó una costalada a mitad de faena; el quinto enterró los pitones de salida, cobró un volatín completo, salió lesionado del trance y la masa precipitó su devolución. Al ir camino de los corrales, parecía otra vez entero.
El sobrero barría la arena con las crines del rabo; estuvo a punto de afligirse después de un puyazo, se cayó redondo luego, dejó grabada con sangre su silueta en la arena y se levantó más muerto que vivo. Aguantó y se dejó; el sexto, escarbó y se empleó sin ser obligado. Cayetano se desplantó dos veces con particular torería y rotundo encaje. Los dos desplantes cantaron a un tiempo el valor del torero y la nobleza del toro.
El Fandi se batió el cobre a modo: lances de saludo y quites mixtos, seis pares de banderillas sin abusar de las pistas ni los regates y dos faenas de no perder el tiempo. Un carrusel de circulares al primero metió a la gente en harina; un par de tandas de las de trece por docena en el cuarto encontró eco. De estocada caída murió el primero; de bajonazo el cuarto. Pidieron la oreja.
Manzanares se escondió con el capote en los dos turnos. Sólo lances de asegurar y amarrar. Tardó en estirarse con el segundo, abusó de los remates descaderados y a la hora de echar cuentas había pasado muy poco. Se le dejaron a deber al toro dos o tres tandas como Dios manda. Al quinto lo toreó muy tapado. Un cañonazo.
Cayetano, desarmado, dibujó en ese toro muletazos despegados pero de buen compás. Cauteloso el ritmo sincopado porque no sintió el son del toro, que se iba de cuando en cuando, o reponía pegajoso. No le llevó al toro la contraria. Tablas. Al sexto le pegó de salida seis lances a pies juntos de acompañar con limpio vuelo y dejando al toro abrirse. La media de remate tuvo prestancia. No se picó bien el toro que atacó corrido y peleó a salida tapada. Cayetano brindó al público. Se celebró a chilliditos. De rodillas con templadas banderas la apertura de una faena pausada, sin apreturas. Sin empujar al toro ni violentarlo. Bien pintado el toreo a media altura, compuesta la figura. Mal la espada.