Schumacher mira con gesto agrio a McLaren
SAKHIR. Actualizado: GuardarSe bajó del Mercedes y se fue directo al McLaren. El mentón alto, el torso erguido, la figura sin descomponer un centímetro... En el rostro de Michael Schumacher se adivinaba la decepción por el discreto séptimo puesto. Quería indagar con su mirada y su efecto intimidatorio el coche que porta un invento singular: una entrada de aire en la carrocería que, abierta o taponada por la rodilla del piloto, provoca más velocidad según vaya en las rectas o las curvas. El alemán lucía una mirada atravesada en Bahrein. Tres años después de su retirada, volvió a la pelea. Resultado parcial tirando a vulgar para un astro como él. No sólo por el séptimo puesto, sino por el balance frente a su compañero Rosberg, quinto, y por la distancia con el primero, Vettel (1,4 segundos).
El heptacampeón admitió los achaques en una declaración desacostumbrada entre los tiburones de la F-1. Pidió comprensión, lo que no hay en este deporte regido por el excel y las tablas de resultados. «Necesito tiempo para ir cogiendo el ritmo y progresivamente ir mejorando. Podría explicar lo que ha pasado con muchas razones, pero una soy yo mismo». Entre las miradas cruzadas, intentó hacer uso de su ironía germánica. También con resultado discreto. «En mi primera clasificación, en 1991, también acabé séptimo. Así que, aquí estoy».
El icono vivió colgado del alambre en su reingreso. Nunca estuvo cerca de los mejores. Pese a ello, la experiencia y las tablas hablaron por su boca. «Tenemos todo el potencial para desarrollar el coche. Yo he marcado mis objetivos con mucha carga de emoción y poniendo mucha atención en los detalles».
En el feudo de los alemanes, Vettel fue capaz de atraer tanta atención como el kaiser. Suya fue la sonrisa de la jornada y el torrente de comentarios: «Se demuestra que tenemos un coche consistente. No es que lleve nada especial, sino un montón de pequeños detalles».