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Opinion

A quien corresponda

ISABEL FLORES
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El pasado domingo hacía frío y llovía como viene siendo habitual durante los últimos meses. Pero ellas estaban en mangas cortas.

En una calle cualquiera de Jerez se oían gritos. Eran casi las 12 del mediodía y la ciudad estaba en un silencio dominguero. Les pongo en situación; los 2 coches estaban aparcados en paralelo, próximos a una conocida discoteca de la ciudad. Ellas asomaban medio cuerpo por la ventanilla. Un tercer protagonista, más sereno, les aguardaba en la acera. En el texto los tacos acabarán en puntos suspensivos, por no molestar.

-Chica 1: Cho.¿qué hora es 'quillaaaaa'?.

-Chica 2: No sé cho. ¿tú cómo estás?

-Chica 1: De p. madre 'quilla' y la Pili (el nombre es ficción).

-Chica 1: Cómo quieres que esté.'tirá' y 'dormía' después de lo de ayer.

Entra en acción el chico que las miraba distraído con un móvil y sin alterarse le pregunta a la n.º 1 ¿por qué no vuelves a casa ya?

-Chica 1 (chillando): Tú eres gili.

De pronto se dieron cuenta de mi presencia, me mira y a sigue a lo suyo: « 'Picha' que le digas a mi madre ¡que le den! a ver cómo te lo digo cojo.¡que te largues 'pichaaaa'!».

El joven vuelve a mirar el reloj, farfulla algo ininteligible y desaparece.

Al hilo de esto me viene a la memoria la conversación que tuve ayer con el juez de Menores José Miguel Martínez. Asegura que está aumentando, de forma alarmante, la violencia verbal y física de las chicas entre ellas mismas y contra las madres. Es la generación que se ha dado en llamar ni-ni; ni estudian ni trabajan. Su señoría me pone un ejemplo: «Un chaval ya con 17 años sentado delante de mí le digo ¿no te da vergüenza hijo, tu madre trabajando 12 horas diarias fregando escaleras y tú levantándote a la 1, sin hacer nada de provecho?». El chaval se encogió de hombros y despreocupado contestó: «No».

Educación, límites, normas en casa, en los colegios. Según el juez los casos de acoso y peleas también se están dando en centros privados y concertados. Si bien sus responsables no suelen admitirlo por temor a la imagen que ofrecería el colegio.

Hay que alertar a la sociedad que estos casos se siguen dando. Aunque ahora esté más silenciado, no significa que haya desaparecido. Hay que seguir poniendo medidas: Educando, formando. «Las leyes ya están puestas», me recuerda el juez, «pero son los padres y los educadores quienes tienen que incidir en los valores. Poner límites, normas que hay que saber acatar. Estos niños-as son el futuro de nuestro país». Yo asiento contagiada de su preocupación que ahora traslado a ustedes.