La Farruca más improvisada
La fría Sala Paul no motivó a Rosario Montoya lo suficiente como para dar el do de pecho en su baileLa bailaora basó su actuación en dos pases de aparente improvisación, pero esgrimiendo pureza, fuerza y racialidad
JEREZ.Actualizado:Parece que no fue su noche. Y es que los astros se posicionaron para que en esta edición del festival no le salieran las cosas como quería. Partimos de que ni el escenario ni la sala fueron las óptimas. Por cuestiones técnicas ajenas a su compañía fue la Sala Paúl la que la acogió, a ella y a su grupo. Ya el día anterior mostró su reticencia a este escenario, argumentando que no era el adecuado (llevaba razón) para poder esgrimir la historia de su baile.
Al margen de detalles de este calibre, levantó pasiones desde su entrada en escena. Su presencia despertó al público en una ovación similar al fenómeno fans de un grupo pop. Con el cante de Rubio de Pruna, comenzó por alegrías, muy racial, expresiva, tirando de la escuela familiar, con personalidad y ganas. Pero qué pena que esto se fuera diluyendo conforme pasaban los minutos. Hechuras bien puestas, ganas de agradar, pero faltó la transmisión, ésa que hace que el público se levante y la jalee o, por contra, se conforme con el aplauso calibrado y medido; y así fue. No tardó mucho en decidirse a exponerse ante nosotros. Se olvidó de formalismos, se automedicó en la confianza y se dejó llevar, sin atender a tecnicismos. Y es por esto por lo que pudo parecer que la improvisación guió el espectáculo en cuanto a su baile.
El cante contribuyó a rellenar el tiempo de cambios de vestuario. Las tres voces se encargaron de cantarle al levante para dejarse caer por tangos, abusando del tiempo de transición. Entiendo que en la actualidad se pueden buscar más recursos para dotar a las transiciones del baile de mayor armonía sin caer en la mera actuación cantaora pura y dura. Aún así, me quedo con el cante que Rubio de Pruna interpretó ayer noche.
Percance
Un infortunio quiso que el espectáculo terminara antes de lo previsto. Una caída entre bambalinas obligó, aparentemente, a La Farruca a recortar su actuación. Aunque atendiendo a lo que expresó en la rueda de prensa hizo lo que prometió. Cuando se terció el cante por soleá, apareció la protagonista, después de una larga tanda de tercios, tímida, deslizando su figura hasta recaer en el remate.
Un previo poco sustancial en sus movimientos dejó paso a la carga emocional que emana de su cuerpo. Cuando se puso, se puso. Fue poco lo que pudimos disfrutar pero me quedo con el aroma que impregnó la fría Sala Paúl. Como regalo, su hijo 'El Carpeta' e Isabel, otra de las jóvenes promesas, se subieron a repartir compás en forma de bulerías para, por lo menos, dejarnos el regusto final que le queda a uno cuando aprueba el espectáculo que ha visto. El guiño final apareció con la 'pataíta' que se dieron madre e hijo antes de cerrar el telón de una noche que pecó de escueta y de aparentes improvisaciones poco elaboradas.