Para el hambre no hay vacunas
Actualizado:La imagen de esta madona de ébano con la niña dormida en el regazo es tan hermosa, su melancolía tan fotogénica, que se corre el riesgo de olvidar la cruda realidad. Esa madre que mira a la nada no es un icono renacentista, sino el emblema de la peor de las plagas humanas. Hay mucha hambre reflejada en sus ojos. Demasiada incertidumbre por el futuro de la cría a la que acuna. Quizá ambas logren salir adelante al amparo del Centro de Alimentación Terapéutica que gestiona UNICEF en Goz Beida, cerca de la frontera de Chad con la región sudanesa de Darfur. Allí fue captada la instantánea que las ha sacado por un momento del anonimato con motivo de la visita de Mia Farrow. La actriz, activista veterana de causas humanitarias, ha viajado a Chad para impulsar una nueva campaña de vacunación contra la polio. Ella la sufrió en la infancia.
Las presas favoritas del virus son niños como el de la foto, nacidos en climas templados. En el vagón de cola de la economía mundial. En el Sahel africano, Chad, Nigeria y Sudán se han declarado brotes de polio en los últimos años y la OMS y otras agencias internacionales batallan contra el mal. Se avanza. La poliomielitis ha desaparecido en casi todo el globo. Salvo casos esporádicos ya sólo es endémica en Nigeria, Pakistán, Afganistán e India. Dice Naciones Unidas que podría quedar erradicada esta década. Sería el segundo azote vírico borrado de la faz de la Tierra, tras la viruela.
Es una buena noticia. Ahora sólo falta atacar las raíces de la enfermedad. La miseria, las guerras, la desigualdad, la indiferencia de la comunidad internacional. Chad es el octavo país menos desarrollado del mundo. La expectativa de vida al nacer no llega a los 49 años, dos tercios de la población adulta es analfabeta y cerca del 80 por ciento vive por debajo del umbral de la pobreza. Para eso no existe aún vacuna.