PAN PARA HOY

Todavía, cruz

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Lo han dicho siempre las monedas: «cara o cruz», la numismática no contempla más posibilidades, porque la del «canto», no nos engañemos, es muy remota. A mí, como a tantos otros, esta vez me tocó «cara» en la tómbola cósmica, cuando se sortea el campo en el que vamos a jugar este partido que llamamos vida. Cara de hombre, de varón; también de caradura; de fachada bien pintada; de estar en primera línea; en definitiva, cara de privilegio, como la que se le supone al personaje acuñado en cualquier moneda. A otras muchas os tocó «cruz», cruz de mujer, de soportar un trato desigual y casi nunca para mejor; cruz con todas sus connotaciones: cargar con un peso excesivo; la condena inevitable; la humillación que supone llevar a cuestas el instrumento de tu propia tortura. No, en todos los casos, es una diferencia tan dramática la que separa a los dos campos de juego. Existen armonías esperanzadoras y sensibilidades bien afinadas que nos permiten soñar con un futuro en el que el mero hecho de nacer no suponga una criba.

Hoy, ocho de marzo, se celebra el Día Internacional del hombre avergonzado, del que mira para otro lado, del que critica los burkas del informativo y es capaz de pagar menos a una mujer porque así se viene haciendo desde que el mundo es mundo. Desgraciadamente, estamos capacitados para discriminar, pero también para darnos cuenta de ello y retroceder antes de que el orgullo nos ciegue. Se puede exponer de una manera más o menos divertida, utilizando el humor, la ironía o una fábula al estilo Disney. El caso es que tenemos pendiente solucionar este desequilibrio, cada uno desde su terreno.

Todos somos responsables: los hombres, también las mujeres; los machistas, y también las feministas. Culturalmente, hay vicios adquiridos y generaciones perdidas que traen consigo el desatino que ha imperado durante siglos, por eso habrá que esperar algún tiempo; mientras tanto: educación. Pasen buen día.