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De reinas, lacayos y polígamos

ISABEL F. JOHN STILLWELL/AFP
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La imagen es incomparable, como esos marcos a los que tanto recurren los cronistas para relatar los actos ceremoniosos. Si no fuera porque a la reina Isabel II de Inglaterra le falta el corsé que ciña su talle, la falda en forma de campana sobre esa otra de alambre llamada guardainfante (que disimulaba los embarazos) y un generoso escote por el que asomaran unos pechos turgentes, diríamos que nos encontramos ante una estampa dieciochesca y de cuento de hadas, con carroza, lacayos, guardia real y príncipe negro cortejando a la gran soberana blanca, a quien espera, sonriente y ansioso, que ascienda un peldaño más arriba de la alfombra roja para entrar juntos a palacio.

La visita oficial del presidente sudafricano a Londres no ha dejado a nadie indiferente. No se sabe lo que a Jacob Zuma le ha sugerido tanta pompa y boato. Seguramente habrá quedado encantado por el dispendio, cortesía y elegancia, que se presta a un jefe de Estado. Lo que sí ha calado en los británicos son las críticas hacia la corona por haberse mostrado tan amable con un presidente que no tienen ningún pudor en declararse polígamo, que se ha casado cinco veces y que va a tener su vigésimo hijo, fruto de una relación extramatrimonial con la hija de un organizador del Mundial de Fútbol de Sudáfrica 2010. Zuma apeló al respeto de la tradición zulú. De fútbol habló con Isabel II y con Gordon Brown, de la seguridad de la cita deportiva, de la no privatización de minas ni de proliferación nuclear. También del mantenimiento de sus relaciones comerciales, cuyo volumen alcanza los 14.400 millones de dólares, cifra que bien vale un viaje en carroza real.